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La liturgia tradicional católica

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Después de «Summorum Pontificum», donde S.S. Benedicto XVI rectificó algunos errores míos sobre la reforma litúrgica, he aprendido a apreciar la liturgia tradicional católica, es decir, la forma extraordinaria del rito romano, según la llamó el Papa Benedicto. Por eso, ahora me cuesta mucho creer —como creí ingenuamente antes— algo definitivo sobre la reforma litúrgica posconciliar.

Desde luego, que sea irreversible, como dice el Papa Francisco, no sería extraño: la liturgia se desarrolla orgánicamente y no se ha oído nunca decir que pueda retroceder hacia formas arcaicas (por ejemplo, hacia la época en que se elevaba solamente la hostia y no el cáliz, o hacia cuando se comulgaba recibiendo la hostia en la mano, etc.). No se debe retroceder jamás hacia costumbres superadas. Siempre ir adelante, sabiendo que la belleza, la solemnidad, el amor en los detalles, no serán jamás algo superado.

La plena restauración de la forma extraordinaria, por ejemplo, ha sido una forma clara de complementar la reforma litúrgica en curso, de hacerla avanzar. Y esto es irreversible.

Predominará, a la larga, la forma de la liturgia que sea más seguida por el pueblo cristiano, la que más vocaciones sacerdotales haga nacer en la Iglesia, porque sin sacerdotes no hay liturgia. Y eso está por verse.

Irreversible, pero no estancada, ni mucho menos anclada a la zafiedad sesentera. Por eso, la reforma litúrgica tiene todavía mucho que avanzar para obedecer las directrices del Concilio Vaticano II.

Irreversible, sí; irreformable, imposible. Cualquier Papa que venga en el futuro, cualquier Concilio, puede reformar la liturgia, como lo han hecho los anteriores.

Quizás llegue un momento en el que esa reforma permita gozar de una sola forma del rito romano, tal como querían los padres conciliares (como ha indicado el Cardenal Sarah, quien es Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, y lo será en principio hasta el 2019).

Comentarios
6 comentarios en “La liturgia tradicional católica
  1. Gracias por el complemento, Hermenegildo, Claudio y Jero.

    Es verdad que la misa tradicional es perseguida en muchas partes (disimuladamente cuando regía Benedicto XVI).

    No soy partidario de una especie de puja o lucha por selección natural, sino de que, como sucede con la música clásica, se afine la sensibilidad de todos los fieles para que vuelvan a apreciar lo que durante siglos fue apreciado (como me ha sucedido a mí gracias a Summorum Pontificum).

    Por otra parte, yo ya me he formado la opinión de que el carácter sagrado de la renovación incruenta del sacrificio de la Cruz queda más claramente expresado en la misa tradicional bien celebrada, más claro incluso que en la misa nueva muy bien celebrada con toda piedad y unción.

  2. El asunto es que la Iglesia no se guía por pujas: a ver qué «forma» del rito romano atrae más fieles o «da» más sacerdotes. Incluso si así fuera, sería una «competencia» absolutamente desigual: la gran mayoría de los Obispos del mundo o presionan para que no se celebre más de una Misa tradicional en sus diócesis, o directamente las prohíben de facto (envían espías a las parroquias, desarman comunidades, destierran curas, etc.).
    No se puede decir que si hubiera plena «libertad de culto» (es decir, que los curas pudieran ser plenamente libres de cerebrar) todo el mundo se volcaría a la Misa tradicional, porque existen diferentes sensibilidades y ya tres generaciones de católicos muy habituados a cosas como el altar cercano y la celebración cara al pueblo, la lengua vernácula, etc. Y eso sin contar las taras preconciliares que sostienen muchos curas que celebran la tradicional. Sin embargo estoy muy seguro de que mucha gente adheriría Misas tradicionales, encontrando en ella un refugio.
    Nuevamente, la Iglesia no apunta a un devenir litúrgico en la cual una forma «le gane» a la otra en una insólita lucha de selección natural; más bien (apuntaba) a una reforma de la reforma. A re-moldear el Novus Ordo y su Instrucción General, además de otros elementos de rúbrica, ceremonia y disciplina. En tres palabras: búsqueda de armonía (entre las «formas»).

  3. Con todo respeto creo que es imprescindible releer Sacrosatum Concilium, como de alguna forma menciona Hermenegildo, aprovecho para mencionar los puntos 10 y 11 de ese documento:
    «Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.
    11. Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano. Por esta razón, los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente».
    Si eso se lograra en cualquiera de las formas estaríamos en presencia de un a verdadera y esencial reforma litúrgica la que une nuestra alma al Señor.

  4. La Misa tradicional está mucho más cerca de lo que pedía la Constitución «Sacrosanctum Concilium» que la Misa Novus Ordo tal como se celebra en la gran mayoría de los templos.

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