La ley natural vs. la autoridad eclesiástica

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Un asunto viejo, complicado, en el caso de un profesor de Derecho Natural en una Universidad Católica es la sospecha de que, en realidad, no enseña aquello que dicta la ley natural —con base en los mejores razonamientos posibles—, sino lo que enseña el Magisterio de la Iglesia católica. La cuestión en sí misma no es tan difícil, en realidad, porque el auténtico Magisterio, en sus pronunciamientos universales e inmutables, refuerza y no contradice a la razón natural. Como dice Juan Pablo II en su gran encíclica Fides et ratio, la fe y la razón son como dos alas que nos permiten volar para encontrar la verdad.   Sin embargo, la sospecha es comprensible de parte de quienes no tienen la fe católica.   Una situación penosa, en la que se puede comprobar que nuestro compromiso es con la verdad —conocida por la razón y la fe—, es aquella en la que alguna autoridad eclesiástica da un traspié y contradice tanto a la razón como a la fe. Por eso es que esta cuestión aparentemente marginal de la anticoncepción —nada marginal: ha introducido la revolución sexual en la Iglesia católica— nos pone a prueba, especialmente en nuestra función casi humorística de Gran Inquisidor. Perdonadme: a veces reír es el mejor antídoto contra el llorar, y la mejor resistencia contra una prédica del error.   Y ha sucedido. Ahora los Obispos filipinos, siguiendo unas palabras confusas del Papa Francisco y su interpretación auténtica por Mons. Lombardi —que no constituyen Magisterio de la Iglesia, sino un penoso lapsus—, se lanzan a presentar como doctrina tradicional católica las supuestas excepciones a la prohibición de la anticoncepción entre cónyuges.   Dicen ellos (en español, por Sandro Magister):  

«Sin embargo, de manera útil [el Papa] ha recordado dos importantes preceptos morales. En primer lugar, pueden existir circunstancias que invitan a un replanteamiento del juicio sobre los medios artificiales de anticoncepción. Segundo, el apremio de la conciencia debe ser constantemente escuchado siempre y cuando se hagan todos los esfuerzos posibles para formarla adecuadamente.   »Estas posiciones no son en absoluto nuevas. Siempre han formado parte de la teología moral católica y pertenecen al tesoro del patrimonio de la Iglesia en la ética del cuidado de la salud».

  Esto es totalmente falso.   Primero, porque no lo ha dicho así el Papa, aunque haya dicho algo confuso y errado a su manera.   Segundo, porque no cabe invitar «a un replanteamiento del juicio sobre los medios artificiales de anticoncepción»: esta doctrina es irreformable, según ha declarado la Santa Sede.   Tercero, porque, aunque es verdad que «el apremio de la conciencia debe ser constantemente escuchado siempre y cuando se hagan todos los esfuerzos posibles para formarla adecuadamente», precisamente ese esfuerzo falla cuando se omite formar la conciencia en conformidad con un Magisterio fácilmente accesible a todos ahora: ¡en Internet!   Los Obispos filipinos contribuyen así a deformar las conciencias, pero aquí no habrá excusas, pues tanto la Santa Sede como todos los medios de prensa anticatólicos —más estos que aquella— se encargan de recordarnos día por medio que la anticoncepción va contra la enseñanza de la Iglesia sobre la ley natural.   Uno puede buscarse un cura, un Obispo, una conferencia episcopal, un Papa si quiere, para que le diga que ya no es pecado lo que sí lo es. Si lo consigue, no está formando su conciencia de buena fe: está comprando un billete de primera clase al infierno. Porque no cabe ignorancia invencible cuando cada vez que la prensa informa sobre lo mala que es la Iglesia católica lo hace recordándonos que prohíbe el aborto y la anticoncepción.   Y en estas situaciones difíciles puede un profesor de Derecho Natural, en una Universidad Católica, demostrar que defiende la verdad y no la consigna de una autoridad eclesiástica cuando se equivoca.   Termino pidiendo la intervención de la Santa Sede, porque esta bola de nieve sigue creciendo. Sé que el Santo Padre tiene una voluntad de hierro de ser fiel al Magisterio de la Iglesia: lo ha dicho mil veces, él quiere ser hijo de la Iglesia católica. Sé que el Cardenal Müller tiene los pantalones para decirle al Papa que está sucediendo esto, desde América a Filipinas. Sé que entre los dos pueden arbitrar algo, en lugar de esperar que la bola de nieve se olvide por la inercia de las cosas. Esto, que todo se arregle mediante el olvido, no sucederá, porque, gracias a Dios, tenemos a toda la prensa atea y anticlerical, y toda la progresía católica, para recordarnos el caso varias veces por año.  

Comentarios
0 comentarios en “La ley natural vs. la autoridad eclesiástica
  1. Quizás la clave está en aclarar cuales son esas circunstancias especiales que obligarían a un nuevo juicio acerca del uso de anticonceptivos. Puede que no sea tan escandaloso como a priori aparenta.

  2. «Sé que el Santo Padre tiene una voluntad de hierro de ser fiel al Magisterio de la Iglesia: lo ha dicho mil veces, él quiere ser hijo de la Iglesia católica.»
    No. La fidelidad al Magisterio de la Iglesia no consiste en proclamar una y mil veces que uno quiere serle fiel, sino en profesar (o, en este caso, enseñar) doctrinas conformes a ese Magisterio y actuar de acuerdo con ellas. Loisy también se cansó de proclamarse fidelísimo hijo de la Iglesia hasta que San Pío X lo excomulgó «ad vitandum». Entonces admitió que sí, que en realidad era bastante panteísta.

  3. A mí juicio lo peor que dijo el papa fue decir que existía un conflicto entre el quinto y el sexto mandamiento. ¿Es que el papa es más que Dios? Y una última cosa ¿es que no hay nadie que le diga al papa que no caiga en preguntas-trampas saduceas? Que vea en el evangelio cómo respondía Cristo.

  4. Es perturbadora la fragilidad intelectual del episcopado mundial, siento decirlo. Lo cual explica el importante papel del tándem Wojtyla-Ratzinger durante casi 30 años. Y las inquietudes de algunos ante este Papa. No porque vaya a cambiar nada, sino porque se genera el ambiente de que lo que no se podría decir con los dos anteriores, ahora es bendecido bajo el manto de la misericordia. Y luego a veces no se corrigen las cosas desde Roma… que es lo que pide el autor, y pido yo.

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