| 01 marzo, 2016
El viernes otra vez el Papa nos dará un buen empujón. Para ser mejores. Son varias las cosas que admiro en el Papa Francisco: su cariño a los más despreciados del mundo —como a los presos y los drogadictos— y su impulso a la Confesión están entre ellas. Gracias, Santo Padre. Donde lo veo realmente a gusto, donde lo veo contento, es aquí: y entonces me alegro con él y por él. Me parece que si Jesús viviera en Roma también estaría ahí.
¡Gracias, Santo Oficio! ¡Gracias también al tonto del pueblo!
Creo que Abaya lo ha descrito muy bien. Precisamente el amor al Papa, en cuanto institución de origen divino es lo que nos mueve a poner en tela de juicio sus palabras y hechos; pues no deben ser los de la persona particular que es en cada momento, sino que representa nada menos que a Jesucristo. Es por eso, que no debemos permitir que devalúe el mensaje cristiano con comentarios vacuos, sectarios o que bordean directamente las enseñanzas bimilenarias de toda la Iglesia. Lo mismo cabe decir con sus comportamientos, de tan dudosa rectitud muchos de ellos.
Los médicos aseguran que el paciente sufre un cáncer avanzado de laringe pero, ¿cómo va a ser eso posible? Fíjense en qué manos tan sanas tiene, qué muñecas y antebrazos. Otro tanto puede decirse de sus pies, sus rodillas… (por no hablar del hígado).