La guerra hermenéutica sobre la reciente Exhortación Apostólica del Papa Francisco, Amoris laetitia (19 de marzo de 2016, publicada el 8 de abril), ha seguido por los cauces previstos por el Santo Oficio. Puesto que la situación es grave, nos atendremos a nuestro modo de proceder festivo de siempre. Si alguien quiere llorar, como llora el Gran Inquisidor por las noches, se le permite hacerlo a discreción. Mas que no nos prohíba reír de día. No corresponde al Santo Oficio dirigir a los fieles a los innumerables y contradictorios comentarios sobre el documento y sus efectivos alcances. Basta con decir que van desde los que afirman que nada ha cambiado, ni en la doctrina precedente —expresamente reafirmada— ni en la práctica pastoral propuesta respecto de las familias en dificultad o en situación irregular, hasta quienes sostienen que ha habido un desarrollo de la doctrina y de la praxis recomendada por el Santo Padre hasta admitir lo que sus predecesores rechazaron por razones inmutables. La confusión está tan extendida, que incluso algunos sacerdotes considerados hasta antes de ayer conservadores han comenzado a discernir situaciones y a afirmar cambios de manera laudatoria para con lo que se supone que ha dicho o querido el Papa Francisco. Si estos sacerdotes piensan así, ¿qué es lo que cabe esperar de los que ya desde antes venían pidiendo apertura? La confusión es tan abrumadora para las mentes sencillas, que la línea gruesa de la Exhortación, la propuesta magnífica del ideal alto del matrimonio cristiano y de la sana formación de la juventud, la glosa piadosa y enérgica del himno a la caridad de san Pablo, la meditación bíblica sobre el gran sacramento nupcial, todo eso ha quedado relegado al olvido. Por lo tanto, el Santo Oficio, tras su reunión extraordinaria del lunes 11 de abril de 2016, ha decidido postergar sus pronunciamientos doctrinales —no obstante la urgencia que revisten— para indicar a todos los fieles, especialmente a los Obispos y sacerdotes, que se atengan sin excepción a algunas orientaciones pastorales, que en nada tocan la sana doctrina precedente ni juzgan la eventual nueva doctrina que podría haberse hecho presente en el documento pontificio. Concretamente, todos los fieles deberán, en lo sucesivo, actuar de la siguiente manera: 1.º Acatarán con religioso obsequio interior de la mente y del corazón la Exhortación Apostólica Amoris laetitia como parte del magisterio ordinario del Romano Pontífice. Este acatamiento incluye conservar la libertad de espíritu para continuar la reflexión crítica sobre la materia, según afirma AL, 2: «la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales. La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad. Los debates que se dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas». En consecuencia, ni cambiarlo todo ni derivar conclusiones excesivas de las reflexiones teológicas del Santo Padre. Y seguir con libertad en el camino de comprender la verdad católica. 2.º Difundirán el documento según la mente que cabe suponer en un Pontífice Máximo de la Iglesia católica, a saber: en todos aquellos aspectos, enseñanzas y pasajes, cuyo sentido sea claramente coherente con el mismo Magisterio precedente, que en ningún caso ha sido expresamente modificado. Si no hay modificación expresa de un magisterio ampliamente reiterado, constituye una imprudencia pastoral enorme sugerir esa posible modificación o actuar como si fuera un hecho. Sería también una falta de respeto hacia el Santo Padre. 3.º El documento contiene muchas esas enseñanzas hermosas, destacadas por varios comentaristas, y también algunas novedades positivas, que no contradicen la doctrina precedente. Se reafirma la enseñanza más exigente de Humanae vitae: la prohibición de la anticoncepción. Se rechazan las perversiones más graves: el matrimonio entre personas del mismo sexo, la ideología de género, el aborto, etc. Todo eso debe ser destacado y obedecido. 4.º Por otra parte, Amoris laetitia contiene numerosas confusiones y aun errores contrarios a la fe católica —no solamente a Juan Pablo II o al Magisterio reciente—, además de citas y referencias erradas a Santo Tomás de Aquino y a otras fuentes de autoridad, como el Concilio Vaticano II. No obstante, en un primer momento, para evitar el escándalo de los pequeños, esto último debe ser silenciado. Se conmina a los fieles a que, con sereno estudio y lentamente, resistan esas novedades, primero, y las señalen después con respeto para que sean corregidas. De acuerdo con el vigente Derecho Canónico y la correspondiente enseñanza conciliar acerca de la libertad de opinión pública, no hay inconveniente en que estas intervenciones sean realizadas en medios de comunicación públicos, porque los fieles «tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestarla a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres y la reverencia hacia los pastores, habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas» (CIC, can. 212, 3) (citado en el Catecismo, n. 907). 5.º Los Obispos y los sacerdotes deben atenerse a la praxis pastoral que, estando siempre de acuerdo con su conciencia bien formada por el Magisterio perenne de la Iglesia, se ha mostrado tan eficaz para fortalecer a los matrimonios y a las familias, difundir la alegría del Evangelio y del amor en la familia por todas partes, convertir a los pecadores, acercar a las ovejas descarriadas, enardecernos en deseos de amor y reparación, alejar a los jóvenes de las ocasiones de pecado. En consecuencia, siguiendo también la indicación del Papa Francisco sobre la importancia de seguir la conciencia después de formarla bien (AL, 37), los pastores de la Iglesia no introducirán novedades nocivas bajo el pretexto de que muchos sacerdotes y Obispos ya lo hacían, y que ahora parecen respaldados por el Santo Padre. 6.º Todos mantendrán la paz del corazón y seguirán rezando con afecto por la Persona y las intenciones del Romano Pontífice, sin admitir que estas confusiones durante su pontificado, que no son las primeras ni serán las últimas, disminuyan el amor de caridad hacia el Vicario de Cristo en la tierra.
Indicaciones pastorales del Santo Oficio sobre Amoris laetitia
| 11 abril, 2016