Velando armas pasó la noche don Quijote de la Mancha antes de ser investido caballero de la triste figura, el mejor heredero de todos los anteriores valientes contados por los libros de caballerías. Don Quijote se siente depositario de aquella larga estirpe caballeresca y sospecha que será el último valiente que saldrá por los caminos ayudando a los necesitados de una España fuerte y de la hidalguía de un caballero español. Velando armas están a estas horas unos candidatos, que mañana a estas horas serán herederos de otros anteriores a ellos, que han ocupado sus escaños en las Cortes Españolas. La gran diferencia con Don Quijote es: Primera, que el ingenioso hidalgo era pobre como las ratas. Los nuevos elegidos mediante las urnas llenarán sus buchacas con una buena nómina de euros, amen de los artilugios telemáticos que les otorgan por su cargo. Segunda, que la simpar persona de la Mancha cervantina, conoce a Dios, su teología y el catecismo. Por el contrario, los ocupantes de los escaños han colaborado a que la España católica haya desaparecido del paisaje y del paisanaje de las ciudades y pueblos españoles. En este verso suelto estará la gran lección que la Iglesia Católica en España tendrá que aprender para arremangarse y reevangelizar los corazones de las personas de buena voluntad. ¿Lo hará?. Tomás de la Torre Lendínez
Velando armas

| 19 diciembre, 2015