Velando armas palabreras

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Todos los medios de comunicación velan y guardan sus aparatos técnicos para la actuación de los nuevos políticos llegados al hemiciclo tras las últimas elecciones generales. Radio Televisión Española lo hace con total exclusividad dado su carácter de servicio público y estatal. Otros medios no se quedarán atrás en ver como con el dardo de la palabra se pretende hacer que el circulo sea cuadrado a partir de mañana por la tarde. Es conocido que cada vez el parlamentarismo está en horas bajas en cuanto a las maneras de expresión en lengua española. Aquel gran Castelar del siglo XIX, no ha tenido nadie que lo superara en la siguiente centuria, donde todos comenzaron a coger el papel escrito como único escudo para parlar y comunicar. Solamente en las réplicas es cuando vemos que entrar en el parlamento supone saber hablar en púbico, usando la improvisación, la ironía, la comparación terminada en astracanada, o la anulación del adversario. Por desgracia, le lengua española, tan rica en términos expresivos, no es la culpable de la inoperancia verbal de los actuales parlamentarios. La verdadera causa es la educación previa de los candidatos, que ya son descaradamente víctimas de la Logse, aquella ley nefasta que en el mismo hemiciclo aprobaron unos políticos empeñados en tener a un pueblo no analfabeto, como nuestros abuelos, sino en algo peor: semianalfabeto que es un temerario de las palabras, un terrorista del diccionario soltando dardos palabreros sin saber usar el arco y las flechas de la aljaba. Oiremos a los políticos, cansinos como pavos en vísperas de su sacrificio para la mesa de la fiestas navideñas; temblaremos con sus mentirosas promesas; y nos reiremos de las patadas dialécticas al diccionario castellano. Luego, cuando tengan que votar nos carcajearemos porque las cuentas no salen, cuando el odio y la envidia divisoria les impide ver los puntos de unión, y nunca los que los puedan unir en beneficio de una España feliz sin gobierno en efectivo, ahora mismo, mientras no nos falte el dinero en el cajero bancario para seguir viviendo al margen del oficialismo político de unos gallos de pelea que velan armas palabreras hasta herirse sin que corra la sangre por las alfombras de las Cortes Españolas. Tomás de la Torre Lendínez

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