Esta fotografía es de la cantante Soraya, representante española, que anoche en el festival de Eurovisión, celebrado en Moscú, quedó en el segundo lugar por la cola. Es decir, la penúltima de la clasificación de participantes.
Cuando se conocieron los resultados de las votaciones, un periodista le preguntó cómo se encontraba, Soraya contestó: ‘A mí, no me tumba, ni Dios‘. Una lindeza de las tantas que se escuchan por los medios de comunicación social de hoy. Así lo hemos oído en el boletín informativo de Radio 5 de Radio Nacional de España de las 9,30 de hoy.
Está demostrado que en la sociedad española se ha usado el nombre de Dios cuando menos hacía falta. La literatura realista de nuestra historia está plagada de expresiones propias de la incultura de un pueblo, llamado cristiano, pero burdo y cateto a la hora de ofender el nombre de Dios con blasfemias y palabras soeces.
Actualmente, ha vuelto el uso del nombre sagrado de Dios para denostar su existencia y ofender a los creyentes en El. En el lenguaje de los jóvenes de hoy es muy frecuente oir exclamaciones, frases y sandeces como la pronunciada anoche por la catante Soraya.
Estas repeticiones se han hecho populares por medio de las series de televisión española, donde cada cuatro palabras tres son tacos, blasfemias e imprecaciones contra todo lo divino y sagrado.
En una tertulia, organizada por una asociación de vecinos, participé días pasados. El tema era sobre el cine español. El único, de seis que estábamos en la mesa del coloquio, que declaró abiertamente ser un enemigo del cine subvencionado en España y hecho por los bien pagados actores, fue el que firma estas líneas. Uno del público, despues de apostrofarme con sus lindezas, me exigió razones y motivos.
Solamente contesté dos: primero, la pobreza de guiones y argumentos que son malisimos; y segundo, los tacos, las blasfemias, las imprecaciones y el lenguaje barriobajero que se utiliza en las peliculas.
La cantante Soraya acaba de darme la razón. Ojalá esa chica vuelva su mirada a Dios para pedirle su ayuda, estoy seguro que Él no le volverá la cara y le tenderá su mano.
Tomás de la Torre Lendínez