Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 31 Con el adelanto de la telemática hemos ganado muchas cosas, pero hemos perdido otras más importantes. Hemos alcanzado comunicaciones lejanas muy rápidas; hemos llegado a poder almacenar documentos en pequeños artilugios metidos en el bolsillo; hemos entrado en el trato con personas de sitios diversos por medio de las pantallas digitales. Por el contrario, nos hemos convertido en seres humanos excesivamente pendientes de una pantalla digital. Tan esclavos somos que los relojes de muñeca no solamente dan la hora, sino que nos muestran los correos electrónicos, los pasos que damos andando, el sueño que hemos tenido durante la noche… Ahora nos informa nuestro periódico del último robot inteligente que favorece la comunicación a través de la pantalla táctil y la cámara correspondiente, invento que supondrá evitar la visita rutinaria al médico, el acompañamiento al enfermo o impedido de salir de su casa, y nos darán los consejos de telepresencia durante las horas y los días de la baja laboral en el domicilio… Con robot como ése ya se acabaron las cartas antiguas escritas a mano, metidas en un sobre, con su sello pegado con saliva colocada sobre la yema del dedo pulgar. Nunca más veremos al incordio y pelmazo del amigo aquel que nos contaba sus batallitas en una mili imaginada solamente en su novelesca cabeza. ¿Cómo ve la Iglesia Católica estos cambios tecnológicos?. Todo lo que suponga perder la humanidad, la cercanía física, el diálogo cara a cara, la mano estrechada con el semejante, es olvidar valores cristianos, en los que hemos sido educados desde la infancia. El único mandamiento que nos dejó Jesús fue: Amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestros hermanos como a nosotros mismos. En este cimiento se resume toda la vida del cristiano, por lo tanto, cuando solamente nos veamos por pantallas táctiles, hablemos por teléfono inteligentes, o por robot anuladores de las visitas a los abuelos en sus casas, a los enfermos en los hospitales, a los ancianos en sus residencias, hemos convertido la obra de misericordia de visitar y ayudar a los necesitados en pura arena que se lleva el viento cuando sopla con más de cien kilómetros a la hora. Ahora mismo es moda: la familia reunida comiendo, con la tele encendida a todo volumen, nadie puede hablar, los móviles sobre la mesa, cuando llaman el requerido se cambia de habitación, cuando suena el mensajito el recipiente contesta al receptor sobre la marcha porque es necesario estar en lo más alto del trending topic del tuit recibido y reenviado. ¿Esto es humano en el interior de una familia sentada a la mesa?. De igual manera, es moda: tres amigos acuden a comer a un restaurante a celebrar un acontecimiento laboral positivo que comporta mejoras a los presentes. Uno de ellos mira el reloj digital donde le llega el móvil, la hora, el correo electrónico, el tuit, el mensajito de “guasas”. El otro tiene una tablet abierta sobre la mesa está navegando por Internet. El siguiente no tiene nada entre las manos, solamente un móvil del año del cuco, está aburrido, nadie le presta atención, cansado, llama a su mujer para preguntar dónde están los niños. El camarero acude con la carta, nadie se la toma, se vuelve a la barra. Pasa media hora. No han bebido ni comido. El del móvil acaba la conversación llama al camarero y pide la cuenta. El dueño acude diciendo: No es nada, pues no han consumido, no han bebido, por lo tanto gracias por la visita. ¿A esto hemos llegado los seres humanos en estos momentos de la historia humana, que ya no es humana, sino mecanizada y tecnológica?. Estamos a tiempo, volvamos a ser humanos y seremos cristianos. La Iglesia nos lo pide y el Señor nos lo pagará con más dignidad humana. Tomás de la Torre Lendínez
Robotizados
| 05 julio, 2015