PUBLICIDAD

Real Jaén

|

Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29

Mientras la sociedad se materializa poniendo a Dios en el desván de los trastos viejos, vemos cómo la religiosidad no se pierde, por ejemplo, en los campos de fútbol, en cuyos campos de juego vemos a deportistas hacer la señal de la Cruz sobre el pecho cuando salen al césped, o colocarse de rodillas sobre la hierba antes del pitido del silbato del árbitro al inicio.

Las buenas costumbres no se pierden entre los jugadores, aunque militen en equipos millonarios, o en club pobres como las ratas, como nuestro Real Jaén, que está en las páginas deportivas con la noticia de su venta por un euro. Muchas dificultades pecuniarias ha vivido el club jaenero desde su fundación hace noventa y cuatro años. De todas ha salido haciendo eses hasta caminar erguido, aún con la ayuda de un par de bastones.

Hoy deseo recordar a un gran valedor espiritual de nuestro Real Jaén, aquel capellán, don Fernando Gallardo Carpio, fallecido hace unos años, quien se sabía de memoria las alineaciones del club capitalino en un montón de choques importantes celebrados en el viejo campo de la Victoria. El canónigo Gallardo era el pater de los jugadores y directivos, a quienes conducía al comienzo de las temporadas ante las plantas de la Virgen de la Capilla, patrona de nuestra ciudad, ante la que ofrecían un ramos de flores, y el capellán animaba a los presentes a tener suerte para conseguir el ansiado ascenso a la segunda división de plata, algo que ocurrió dos veces en los últimos treinta años. El rezo de la Salve cerraba el acto.

El sucesor del capellán anterior, es don Tomás Colmenero Jiménez, quien desde su retiro laboral estará sufriendo los tumbos de este Real Jaén, de sus amores y de los míos. Desde nuestro calor de nacidos en esta ciudad rogamos al Señor que pase pronto este mal momento del histórico Real Jaén, y que sobre todo no sucumba por el agujero de las instituciones desaparecidas en el paisaje urbano y humano de la capital del Santo Reino.

Una vez más, tengo que tocar el tambor llamando a que los vecinos de Jaén despertemos del letargo, que nos caracteriza, del sueño de los tranquilones, que no acompaña, como una losa maldita sobre las espaldas impidiendo que pasen personas e instituciones delante de nosotros, y escojamos siempre el papel de espectadores pasivos, para luego, cuando los edificios desaparecen o las corporaciones se pierden para siempre, nos sentemos al sol de los lagartos a lamernos las heridas afirmando que Jaén tiene muy mala suerte para todo.

Esta ciudad no está maldita por nadie, somos los propios vecinos los más pasotas que la imaginación de cualquier persona normal pueda sospechar. Somos unas víctimas de nuestro propio pasado y presente de víctimas, que hemos dejado morir de inanición sin meter las manos en la masa para sacar el pan necesario, ni haber arrimado el hombro para que nada caiga al suelo hecho añicos.

Ahora es un momento de probar que con palabras no se arreglan graves problemas económicos, sino con gentes valientes con bolsillos monetarios dispuestos a jugarlos como hacen otras ciudades de la tierra española. Dentro de la espiritualidad cristiana existe el siguiente axioma: Empezar es de muchos, perseverar es de santos. Esto nos falta a los jaeneros: la perseverancia, permanencia, constancia, determinación en la lucha por nuestras personas, instituciones y organizaciones. Siempre hemos preferido que nos sacaran las castañas del fuego gentes de fuera. Ahora no será así. El Real Jaén lo salvamos todos, o lo hundimos todos.

Tomás de la Torre Lendínez

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *