Europa no está viviendo sus mejores momentos monetarios. Las bancarrotas de países sureños, la ineptitud de los políticos, de modo especial, los socialistas, que no han hecho los deberes como los del centro y norte del continente, la ausencia líderes fuertes al frente de naciones claves, está llevando a un desánimo y escepticismo a los habitantes de esta vieja tierra europea.
En el Vaticano, el Papa Benedicto XVI creó el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, cuyo obispo presidente acaba de convocar una reunión de pastores de varias capitales europeas llenas de secularismo en los fondos y las formas de los vecinos de esas metrópolis.
Con este pomposo nombre Misión Metrópolis han bautizado una iniciativa común de evangelización para la Cuaresma del año próximo. Pero ya están surgiendo las críticas a esta gran operación de nueva siembra evangélica en las ciudades de Barcelona, Budapest, Bruselas, Dublín, Colonia, Lisboa, Liverpool, París, Turín, Varsovia y Viena.
La primera, procede del interior de las propias iglesias locales, que se deben a los planes pastorales del episcopado de su nación; y a los concretos planes pastorales de las diócesis citadas: ¿Qué se hace en estos casos?. ¿Se suspenden estos planes pastorales o se integran en la propia Misión Metrópolis?. O esta última se convierte en un plan que pasa pero no echa raíces en las capitales elegidas.
La segunda, nace en el interior del clero local. Los obispos sin los sacerdotes cooperadores en el ministerio pastoral poco hacen. Las diferentes formas de pensar y del actuar pastoral dentro del clero diocesano tiene tantos colores como el arco iris. Entonces la cuestión es:¿Será “obligatoria” la Misión Metrópolis para los curas locales, o es una sugerencia pastoral que si entra en el librillo del cura propio vale y si no entra, no vale para nada?.
La tercera, está en la misma sociedad de las capitales elegidas. La de todas la que más conozco es Barcelona. ¿La sociedad catalana cristiana, dividida en mil pedazos, sobre todo entre la obediente al nacionalismo político y la germinante hacia un horizonte eclesial de más alcance y sentido evangélico, aceptará esta Misión Metrópolis?. Seguramente pedirán que la escriban en catalán, pues en caso contrario volverán la espalda a todo lo que venga de Roma.
Sea lo que fuere, yo saludo y recibo con alegría el plan de Misión Metrópolis. Desde hoy rezo, e invito a los lectores a lo mismo, para que esta iniciativa de la Nueva Evangelización tenga frutos abundantes para una sociedad secularizada y con un eclipse de la imagen de Dios, como ha dicho Benedicto XVI. Toda misión evangelizadora la apoyaré siempre, máxime si llega desde la Santa Sede.
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Tomás de la Torre Lendínez
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