Primera comunión por lo civil

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Un amigo, Leandro Fernández Hidalgo, me envía una crónica de una primera comunión por lo civil, a la que tuvo que asistir sin más remedio, pues es el propietario de un restaurante. La crónica dice así:

“En el pasado mes de diciembre se presentó un matrimonio a contratar, en el restaurante, cuarenta plazas para una primera comunión a celebrar el 19 de abril. Acordamos menú, precio, horas y demás asuntos comerciales.

Mi estupor llegó a lo más alto, cuando el domingo pasado, llegada la hora, se presentaron en mi negocio los padres, el niño y demás invitado a la primera comunión. Es costumbre en mi casa felicitar al niño por haber comulgado por primera vez. Me acerqué al niño y le dije:

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-!Felicidades, Pepito, por haber tomado el Cuerpo de Cristo por primera vez¡
El niño se quedó medio mudo. No sabía lo que le estaba diciendo. Acudió la madre y me tomó aparte para informarme:
– Por favor, Leandro, no le diga eso al niño, ya que él ha hecho su primera comunión por lo civil.

Me quedé de piedra. Y más sosegado pregunté que era eso. El padre y la madre, mientras los invitados iban tomando asiento y los camareros pasaban para tomar nota de las bebidas, me fueron informando de lo siguiente:

Ellos dos viven unidos por lo civil. Cuando tuvieron el niño no lo bautizaron. Al llegar la hora de matricularlo en la escuela no se opusieron a que recibiera clase de religión. Incluso, cuando sus compañeros eran inscritos en la catequesis parroquial, ellos hicieron igual que todos. Al pedir el párroco la partida bautismal para los recién llegados a la catequesis, tuvieron que borrarlo de la misma, pues el niño no estaba bautizado.

Entonces, Pepito sufrió una depresión infantil que le llevó a estar en tratamiento médico. Los padres de Pepito le fueron informando que cuando él tuviera la edad de sus amigos tendría su primera comunión por lo civil. Así fue.

El niño iba vestido de marinero. Se habian juntado los familiares y amigos y se fueron a un parque de la ciudad donde le hicieron fotos y vídeo. Pepito recibió toda clase de regalos en métalico y en especie. Y despues recalaron en mi restaurante.

Tras pedir perdón por mi “metedura de pata” con Pepito, la fiesta se desarrolló normal. Solamente en los postres, apareció una banda de payasos, contratada por los padres, que hicieron a Pepito, a los demás niños y a los mayores presentes, un fin de almuerzo civil muy feliz. Tomaron la tarta y las copas correspondientes.

Los payasos siguieron haciendo su papel, hasta que uno de ellos, ignorante como yo del asunto, afirmó:
-!Esta parodia que vamos a hacer se la dedicamos a Pepito por haber comido el Cuerpo de Cristo¡.
Los padres se levantaron como flechas y dirigiendose al que había hablado le dijeron lo que fuera, que el payaso tuvo que pedir “disculpas” a Pepito por haberle “ofendido’.

Todo acabó pasadas las seis de la tarde. Aquella familia pagó y todos se marcharon. Mis camareros cuchilleaban entre ellos. El jefe me dijo:
-Leandro, este banquete que ha sido: por lo católico o por lo civil.
Contesté raudo:
-Por lo civil.
El me dijo:
-Yo nunca haría esto con un hijo mío.
Yo terminé:
-Pues es que hay gente para todo, amigo.
Horas más tarde, me puse a escribir esta crónica’.

Nosotros dejamos aquí constancia de lo que ha sucedido en un restaurante el pasado domingo, cuando otros muchos niños celebraban su Primera Comunión en cristiano.

Tomás de la Torre Lendínez

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