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Políticos

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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27

Estamos viendo a una fila de políticos que se reúnen en un congreso borrascoso partidos en dos sectores, donde al final llegan al abrazo de Vergara, pues al día siguiente uno se despacha afirmando que su “primavera” llegará muy pronto, pues como “creyente” ha tenido una “revelación” especial para llegar a tan alta dirección provincial. En otra hilera de políticos asistimos a la escena de su retirada al burladero, tras haber pretendido lidiar un bicho de pitones astifinos, de ganadería madrileña, quien fue antaño un jefe despachado a los corrales, de los que ahora ha salido en hombros con los votos de más se setenta mil   de miembros de su cuerda política.

Mientras, hoy, en toda la Iglesia Católica, celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos a la vista de sus discípulos, tanto los que sabían y creían que se marcharía con su Padre Dios, como los que se quedaron compuestos y sin un carguillo en el reino terrenal y material que ellos habían pensado que Jesús crearía en la tierra de Israel.  Estos últimos tuvieron que pasar por la vergüenza, como nos narra el libro de Los Hechos de Apóstoles, de oír unas voces de ángeles dónde los invitaron a salir del embobamiento, y les recordaron que su misión era irse hasta el último punto de la geografía a predicar el evangelio, y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Poco a poco se convencieron que Jesús no era un rey como los demás. Y que sus carguillos en el ansiado gobierno se quedaron en el baúl de la biografía personal. Sin embargo, esta tentación no desapareció de la faz del mundo. Vinieron, llegaron y existen personas que desearon dar un sentido “mesiánico” a sus funciones políticas. Este error está desaprobado por la Doctrina Social de la Iglesia, cuando invita a que los cristianos participen en la acción política llevando el sentido  moral del bien común, de la implantación de los valores evangélicos como la paz, la vida, la justicia y la caridad… pero que lo hagan sin vestirse de “videntes” o de un “profetismo” infantil, que están muy alejados de la práctica de la moral  social eclesial de todos los tiempos.

Lo mismo que la Doctrina Social  de la Iglesia recomienda a los políticos que nunca sacrifiquen sus vidas quemando su salud y la de sus familias, porque Dios nos da un cuerpo y un alma, cuando nacemos a su imagen y semejanza, para que la administremos buscando siempre el bien común de toda la ciudadanía, pero cuando en ese ejercicio político la salud se quiebra con un fuerte aviso, entonces, es el momento de pasar el testigo a otros aspirantes al cargo, para que  sigan, con salud, sirviendo a la sociedad civil. Los mártires en la política pueden ser suicidas infractores del quinto mandamiento de la Ley de Dios: No mates a nadie, ni te mates tú.

La solemnidad del Señor a los cielos tiene otra gran lección para los políticos: traten a los ciudadanos con un sentido transcendente de sus personas, dándoles razones para la esperanza y la confianza capaces de distinguir que los logros materiales conseguidos son para el bien común de la familia y de los vecinos de los pueblos, pero que nunca se podrán llevar más allá de la muerte, ni podrán quedar en el acervo de caudales a heredar por los legítimos sucesores, ya que los bienes públicos son para los ciudadanos y las propiedades personales justas y honradas serán transmitidas a los hijos mediante los documentos en manos de los notarios legales.

Jesús se marchó a los cielos no para desentender de este mundo, sino para que nosotros, los presentes, los anteriores y los que vengan detrás actúen en la vida política como servidores del bien común, y defensores del contenido de la legislación existente en la sociedad a la que se pretende servir y nunca servirse de ella.

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