Cuando los curas dejamos este mundo terrenal somos enterrados como cualquier hijo de vecino. Tras esa realidad, poca gente se acuerda de nosotros, sobre todo si el deceso es el natural fin de la vida sacerdotal.
Si la muerte es producida por la violencia de alguien contra el cura, los papeles cambian. Se puede pasar al martirologio diocesano o nacional. Los casos suelen pasar por las páginas de algunos medios informativos, y con el proceso del tiempo, alguien puede iniciar el largo camino del martirio por la fe.
Hace unos días dos sacerdotes colombianos han sido matados a balazos dentro de un coche por un matón y asesino, que está siendo buscado por la policía de Bogotá.
La noticia se puede encontrar pulsando aquí mismo.
En el caso de los curas fallecidos por causas naturales, la semblanza vital suele publicarse en el Boletín Oficial Diocesano. Y como mucho en la revista eclesial diocesana que esté circulando en ese momento.
Mi amigo el sacerdote granadino don Juan Sánchez Ocaña acaba de presentar un libro titulado: Nos precedieron en el camino. En él están los obituarios de 106 curas de la diócesis de Granada arrancando desde el año 1990.
La noticia y algunos detalles más se pueden conocer pinchando aquí.
El autor don Juan Sánchez Ocaña, canónigo del Sacromonte granadino, es un escritor de fina expresión, meticuloso en sus afirmaciones, ponderado en sus juicios y un gran compañero de los sacerdotes de Granada, a quienes conoce hondamente dadas sus excelentes relaciones con todos.
Nosotros colgamos esta noticia en El Olivo, en la víspera de San Cecilio, patrono de Granada, porque deseamos reconocer las vidas y las obras de todos los curas granadinos, que están en el libro de don Juan Sánchez Ocaña, de quien sabemos que no persigue glorias humanas, sino dejar los testimonios vitales de los curas de los que poca gente se acuerda, una vez fallecidos, y que son testigos de la fe en Cristo, en cuya paz descansan esperando la resurrección de los muertos.
Ojalá esta misión se imite en otras diócesis, porque es muy fácil olvidar, en los tiempos actuales, a los pastores que entregaron lo mejor de su vida sacerdotal por la Iglesia del Señor repartidos por las parroquias rurales o urbanas. Además, aún estando vivos, algunos sacerdotes viven en una especie de “muerte congelada” olvidados del resto del presbiterio, cuanto más cuando se fallece de veras.
Muchas felicidades, amigo don Juan por tu libro. Desde el cielo te lo están pagando los recogidos en él.
Tomás de la Torre Lendínez