Plaza de Santa María

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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29

La plaza de Santa María está en el quicio de la actualidad debido a unas instalaciones deportivas eventuales con fines benéficos. Las voces discrepantes apuntan a que se han hincado anclajes en el suelo para mantener las estructuras levantadas, asunto totalmente desmentido por la concejalía de deportes parte implicada en el acontecimiento.

Las plazas acogedoras de una catedral, de un obispado y de un ayuntamiento, son lugares para la historia eclesiástica y civil. A veces para otros asuntos,  pero nunca como lugares para la práctica del deporte, sea el que sea, a no ser la vuelta ciclista que es una comitiva de color que pasa a una velocidad media de máquinas movidas por la musculatura humana.

A la plaza de Santa María la conocí en los días de la “Operación escoba”, cuando nos inundaron unos famosos del papel de las revistas de corazón, que barrieron la superficie para obtener unos beneficios puramente altruistas de aquellos años. Estuve en el mismo lugar cuando la gran procesión masiva de las patronas de los pueblos de la diócesis fue convocada con motivo del año mariano. Durante aquel día, el aguacero que caía deslució mucho el acto.
Por aquellas fechas la plaza estaba tan inhóspita como ahora. Con un par de árboles y las cuatro farolas, una de las cuales luce todavía en la plaza de la Magdalena. Apareció un alcalde dispuesto a reformar dos plazas claves en Jaén: la del mercado o de las palmeras, y la plaza de Santa María, a la que dotó de dos fuentes, un enlosado de mármol  conformando una gran cruz latina delante de la portada principal de la catedral, unos parterres con magnolios y chopos, manteniendo el paseo central.  

Durante las obras de las fuentes, sin vallas de protección, un sacerdote,  don Antonio Fontiveros, entonces párroco de Santa Cristina, en Otiñar, abocinó sobre la zanja, fruto de tal accidente dejó esta vida pasando a descansar en la paz eterna de Dios. Sus restos están el cementerio viejo.

Más tarde, las fuentes fueron eliminadas, quedando la plaza tal como aún se recuerda, con sombras bajo los magnolios, con buenos bancos de piedra, con unos esbeltos chopos, y sobre todo la cruz en el suelo, demostrando que la plaza era el acceso principal a una catedral católica.

En la última reforma urbanística de la plaza se arrancaron los árboles y sus sombras, se perdió  para siempre el signo de la cruz, y se dejó como la vemos hoy que más parece, rememorando a un chiste que corrió por la ciudad, una pista de aterrizaje de aviones con las luces embutidas en el suelo. Total un completo adefesio para quien firma esta columna.

Durante los últimos años la plaza de Santa María ha perdido la necesidad humana de las tertulias  de jubilados y paseantes, buscando el sol invernal  o la inexistente sombra veraniega, ya que solamente existe un  banco donde reposar  el esqueleto, cercano a la pared del obispado.

Ante la inmensidad de esta plaza pública es lógico que se celebren sobre ella actos castrenses de juras de bandera de veteranos, festejos lúdicos previos a ferias y cabalgatas de Reyes Magos, pregones de fiestas, protestas de indignados ciudadanos, comitivas religiosas en Semana Santa, y la novedad es la utilización de recinto deportivo, el cual se celebra en otros lugares históricos de la ciudad del Santo Reino de modo simultaneo. La plaza de Santa María es de todos los jaeneros, por lo tanto, respetando el entorno, bien vale que sirva para albergar todos los actos que redunden cultura y amor a Jaén.

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