Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29 Cuando el dios mitológico del aire, Eolo, sopla desde el castillo de Jaén sobre el caserío levanta tejas, tira macetas, rompe cables de luz eléctrica, sube faldas femeninas, trepa a los más flacos, quienes tienen que meterse piedras en los bolsillos, y, si encima, llega con agua el poder de destrucción ya es inimaginable. Le ha tocado, esta vez, al patio de las abluciones de entrada a la vieja mezquita, que hubo en la cimentación de la actual iglesia parroquial de Santa María Magdalena, aquel sitio que los magdaleneros llaman de modo particular “el Caz”. El hundimiento de parte de la techumbre colindante con la calle Molino de la Condesa es una lástima. Los documentos gráficos recogidos por nuestro diario son la prueba trágica del ventarrón de los últimos días. Ahora, me pregunta un vecino de aquella feligresía, sobre el desastre ocurrido: ¿Quién paga el arreglo de tamaña desgracia?. Y sigue su perorata: “Somos el barrio más castizo del viejo Jaén, pero a la vez hemos quedado viviendo pocas personas con menos posibles dinerarios que los muertos que van desfilando delante de los que nos quedamos hasta que nos llegue nuestra partida al otro mundo…¿qué será del Caz?.” Con la actual legislación sobre el patrimonio artístico tanto a nivel andaluz, como español, corresponde a las autoridades presupuestar el aspecto económico y el técnico para dirigir la reposición de ese venerable tejado que se han hundido por efecto del aire de Jaén. La parroquia como tal podrá agilizar a las personas correspondientes, llamar a las puertas necesarias para que esa tragedia no suba en sus efectos nocivos al resto del patio de las abluciones, tan bello con sus arcos en herradura, su amplio estanque de las abluciones, sus naranjos que ahora tienen sus frutos en forma de mandarinas…Es un esfuerzo en común. Los servicios de arquitectura deberán plantearse un estudio completo del edificio del patio, porque poner unos parches sería una mala solución, tal como dice el evangelio: no se puede poner una costura nueva pegada a otra vieja, ya que lo nuevo tiraría de lo viejo y las consecuencias serían imprevisibles.
El feligrés amigo piensa los años que tardarán estas obras necesarias, pues él se acuerda del larguísimo tiempo en que el templo estuvo cerrado al culto, mientras la parroquia tuvo que peregrinar por la iglesia de Santo Domingo y la de San Juan de Dios. Al fin en el año 1988, gracias a los hombres y mujeres de la cofradía del Cristo de la Clemencia y María Magdalena pudo abrirse definitivamente. Al frente de toda la operación el siempre recordado periodista Fernando Lorite, quien estaba como gobernador de la hermandad que cumple setenta años de su primera salida procesional en este año recién estrenado. Dios quiera que las autoridades correspondientes pongan las manos sobre el asunto de la reparación necesaria. Todos sabemos que los tiempos actuales no son caudalosos en caudales económicos por la actual crisis que tantos años dura. Ahora no estamos en aquellos primeros años setenta, cuando el arquitecto director de las obras gastó una millonada solamente en el arreglo del patio de las abluciones dejando una buena restauración, en su mayor parte inventada solamente en sus delirios de grandeza, dejando el arreglo del templo parroquial dormir el sueño de los justos durante tanto tiempo hasta que se pudo disfrutar tal como hoy se dispone. Por favor, a quien corresponda, que no ocurra que la tragedia sufrida sea para hacerla dentro de equis largos años, porque nos quedaremos sin un lugar precioso de nuestra historia pasada. Tomás de la Torre Lendínez
Patio de la Magdalena

| 10 enero, 2016