Los antiguos escolásticos afirmaban que el hombre era un animal racional risible. Es cierto que esta verdad ha sido demostrada por la experiencia y por la psicología personal y social.
La risoterapia ha sido usada en el largo camino de la historia humana para superar ansiedades, depresiones, angustias vitales y situaciones límites entre la vida y la muerte.
El buenismo reinante ha convertido la risa y la sonrisa en una medicina absoluta para toda relación pastoral tanto con los niños de la catequesis, como con los padres, y demás personas existentes en la comunidad parroquial.
El cura que hoy no sonría presentando una dentadura de pasta de limpieza bucal, le falta la mejor herramienta para solucionar todos los asuntos pastorales buenos, malos o regulares, que se presentan.
¿Ya no interesan los curas sabios, santos, buenos confesores, sanos tertulianos, sensatos consejeros…?
Quien no use la pastoral de la sonrisa está perdido, desahuciado, marginado y condenado en la cárcel de papel, por no saber reír sin ningún motivo, que es lo que hacen los buenistas risueños.
Hace unos días un colega muy risueño recibió a dos jóvenes, quienes se encontraron con un tonto riendo, sin saber que iban a decirle que sus padres habían muerto en un accidente de tráfico, y deseaban el funeral correspondiente. Tomaron la puerta y cambiaron de parroquia. El risueño todavía sigue riendo, sin notar que es tonto de remate.