La basura atea no descansa. Ahora nos encontramos con la preparación de una comitiva agresiva contra toda la línea de flotación de la Religión Católica, que expresa públicamente su fe en los días de Semana Santa. La bilis que destilan sus conversaciones es inflamante e infamante contra todo lo humano y lo divino.
Su diarrea mental es delirante y chorreante de odio lleno de aversión contra la Religión Católica, y de modo singular contra la Iglesia. Esta gentuza si se llaman ateos, se engañan a sí mismos, porque su dios es su yo, sus instintos sus atributos, sus placeres son las entrepiernas, ven con las vísceras, opinan con los pies y con la mentira más retorcida y su libertinaje es que nadie quede sobre la tierra que sea cristiano.
Adoran el fuego, como foco de autoalimentación. Como los primitivos pobladores de Atapuerca son caníbales y antropófagos contra los cristianos. Desean llenar de fuego destructor y purificador todo edificio religioso como hicieron sus abuelos republicanos. Consideran y buscan una sociedad anárquica, donde reine la ley de la selva. Ellos la llaman libre de “ataduras” religiosas católicas.
Les gustan y tienen su imaginería que no es propia, sino copiada de la Religión Católica, aunque en posturas y con nombres de ofensa perdida a las figuras situadas dentro de la fe cristiana. Anhelan ser conocidos por sus fechorías para hacer más prosélitos.
Estos son los frutos del laicismo militante y anarcoide traído y alimentando en los pechos de las logias y de las legislaciones nacidas en un parlamento buscador de derechos civiles solamente para minorías depravadas, olvidando las mayorías de personas normales y corrientes en la sociedad de este siglo.
Estos ateos tienen su asiento y sede en centros sociales, construidos y pagados por los impuestos de todos, menos de ellos mismos, porque su indigencia intelectual los tiene en el paro más absoluto; cualquier empresario que entreviste a un pájaro de estos para darle trabajo, le abrirá la puerta de la calle al percatarse de cómo se expresan, exhalan sudor de odio y ven sus ojos llenos de fuego para incendiar el local.
Cuando agarran un micro de emisoras hermanas de juego y de juerga, no paran de agradecer el poder hablar de sus primorosas ideas, planes y proyectos, que siempre son autogestionarias.
Esperemos que su procesión blasfema y sus pasos obscenos no salgan a las calles madrileñas. Ojalá sea prohibida por la autoridad competente. O mejor, deseo que caiga agua del cielo a toda pastilla y tengan que suspender su comitiva atea. Así se benefician los pantanos y se limpian las calles de estos estorbos.
Tomás de la Torre Lendínez
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El libro ‘Jesús de Nazareth’, éxito de ventas
Blog del padre Tomás
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