El hambre tenía residencia en la mayoría de las casas de aquella capital de provincia en los años cincuenta del siglos pasado. La vida giraba en torno a unas menudencias vecinales sin ningún sobresalto. La gente mayor lloraba en silencio la ausencia de los que un día se marcharon y seguían sin volver, porque habían caído en la oscura noche de tres años bélicos. En la ciudad existían dos entretenimientos: el cine en dos teatros y la radio local que tras su identificación tenía una clave númerica indescifrable para los niños: EAJ61. Aquellla mañana del 24 de diciembre, la emisora emitía en su programa Discos dedicados varios villancicos siempre a petición por carta dirigida al director de la única radio de la ciudad provinciana. Entre un disco y otro se publicitaban unos anuncios necesarios para la economía de la emisora. Aquella jornada de la Nochebuena el locutor de turno repetía incansable: «Se han extraviado unas gafas graduadas entre la calle tal y el domicilio del propietario en la calle cual. Se gratificará a quienes las encuentren y las acerquen a esta emisora». Dos niños estaban preparados para salir a la calle a dar un paseo gratuito por el centro urbano. Aquella fecha gustaba ver las manadas de pavos que se colocaban en la acera del palacio de la Diputación, guiados por la caña del pavero, quien ni se molestaba en recoger los excrementos soltados. A los chavales les gustaba mirar cuando el canto del pavo se prolongaba y terminaba siempre con un churretazo de mierda animal sobre el acerado. En el tumulto del gentío que iba y venía hacia el mercado local, uno de los niños observó un objeto negro en el suelo, se agachó, lo cogió, lo abrió y palpó que eran unas gafas graduadas. Se lo enseñó al otro. Ambos se acordaron del anuncio radiofónico en la casa paterna. Ni cortos ni perezosos fueron raudos hasta la emisora situada en el cuarto piso de una casa de estilo modernista, ubicada en la calle principal de la ciudad. Llegados que fueron, con la lengua fuera, de subir sobre unas escaleras de granito protegidas por un barandal de hierro colado, llamaron al timbre de la emisora, la puerta la abrió un señor muy educado que les preguntó: -¿Qué deseáis, niños? El más espabilado respondió: -!Mire, usted, traemos las gafas perdidas que están radiando que se han extraviado¡ En su cabeza infantil pensó que la gratificación sería un buen fajo de billetes de cinco pesetas. El señor de la radio tomó las gafas enfundadas en su cartera negra, entró hacia dentro. Al cabo de un ratillo, volvió afirmando: -Si, niños, estas son las gafas extraviadas. Muchas gracias. Adiós. El niño despierto y locuaz, dijo: -Señor, en el anuncio radiado prometen una gratificación a quien las encontrara. ¿Qué nos da usted?. El hombre de la radio, se rascó su pelada cabeza, y respondió cachazudo: -Bueno, bueno…..¿pero vosotros os creéis que todo lo que se dice por la radio es cierto?. Venga iros a vuestra casa. Pegó un portazo que estremeció el suelo. Los dos niños se quedaron pasmados. Sin apenas voz, fueron bajando las escaleras. El aire de la calle les espabiló y volvieron a la realidad de una ciudad provinciana anclada en el hambre, en la miseria, y ahora, en plena Nochebuena, en la mentira radiada. Quien encontró las gafas y defendió su gratificación, es hoy quien firma estas líneas contadas con total veracidad. Fue mi primer acercamiento a una emisora de radio. A lo largo de mi vida fueron millares de veces. Con una diferencia: nunca he mentido delante de un micrófono. Deseo a todos los lectores amigos una feliz Navidad del Señor. Tomás de la Torre Lendínez
Narración real sobre la Navidad en la radio local
| 23 diciembre, 2013
El Aguafuerte, a mas de un tipo de grabado, es un tipo de género literario que fue explotado con bastante fortuna por Roberto Arlt.
Yo veo que a usted, don Tomás, que se le da bien este tipo de género, además que la época a que nos remite es bastante pródiga para describir contrastes sociales. A diferencia de esta que vivimos, que mas bien parece bastante olvidable.
Muchas gracias a todos los comentarios colgados en El Olivo. Dios os lo pague. Os deseo una Feliz Nochebuena y más feliz Navidad. Un saludo cordial.
Creo,don Tomás,que su recompensa no se la dio aquél señor sino otro Señor mejor.Usted es recompensado por un Señor que no se le puede morir ni fallarle. Le deseo de corazón junto a mi familia una Navidad de paz y bien.
Un abrazo entrañable,pater.
Un gran disfrute leyendo esta narración. Feliz navidad a todos los amigos.
Nunca supe que por la radio se dieran las pérdidas de objetos. Seguramente en aquella época era algo normal. He pasado un rato lindo leyendo este post. Felicidades a todos.
Buenísima narración para ilustrar la Nochebuena. La he compartido con mis amigos de fb y ha tenido una gran suma de «me gusta». Feliz Navidad, don Tomás.
He recordado esa ciudad, donde ´viví unos meses, porque mi padre era de correos, luego nos vinimos a Madrid. Bella historia en esa calle que conduce a la catedral. Felicidades, don Tomás.
Maravillosa historia, don Tomás, de aquella mañana navideña. Usted, no miente ni ante un micro, ni en sus post porque escribe con la verdad por delante. A veces le cuesta algún sufrimiento. Confíe en Dios.
Señor Tomás,creo que Dios lo recompenza y recompenzará cada día a Ud. de otra manera quizás más importante que el dinero sucio de ese señor mentiroso.
¡Que pase unas felices fiestas y un Próspero 2014!