En el año 1993 estuve en Galicia. En el Valle del Mao, en tierras lucenses, donde yace enterrado el cuerpo de San Eufrasio, patrón de la diócesis de Jaén y de la ciudad de Andújar. Acompañé al vicecanciller del obispado, ya fallecido, don Fernando Gallardo Carpio, y al párroco, también difunto, don Agustín Lainez García, de San Eufrasio de Andújar.
Era una comitiva organizada por el ayuntamiento iliturgitano. Iba a tener lugar el hermanamiento entre el municipio de Incio y el de Andújar. Los actos tuvieron una parte religiosa y otra civil, terminando todos compartiendo la mesa.
En todas las ceremonias estuvo don Manuel Fraga, cuyos restos recibirán hoy cristiana sepultura en su tierra gallega, que en aquellas fechas estaba al frente de la Junta gallega.
Al acabar la Eucaristía concelebrada, entró a saludar a los sacerdotes que habíamos participado. Todos tenían el distintivo propio de ser curas: traje negro y la tirilla blanca en la camisa negra. El único que no vestía correctamente era el que firma estas líneas.
El presidente Fraga Iribarne me miró a los ojos vivamente. Estrechó mi mano, farfullando esta frase: ¡Cuando vuelva por Galicia, otra vez, venga con el uniforme correspondiente, y en caso contrario no venga¡. En ese momento pedí a San Eufrasio bendito que la tierra gallega me tragara vivo.
Esta fue la primera y la única vez que estuve cerca de aquel hombre que yo veía en los telediarios abriendo paradores, bañándose en Palomares, o hablando en el parlamento.
Ayer el arzobispo de Valencia, don Carlos Osoro, cerró los actos del centenario de San Juan de Ribera, antecesor suyo en la sede valentina. En la catedral, rodeado de un cardenal, varios obispos y bastantes sacerdotes les dijo a éstos:
“Es necesario que los sacerdotes se presenten ante el mundo con una significación distintiva como hombres de Dios, en este momento histórico en que el secularismo se ha implantado y cuando la marginación de Dios se manifiesta de diversas maneras.”
Y, además, apostilló:
“Los sacerdotes se tienen que distinguir también en su porte exterior, no basta con una manifestación interna, recogiendo las enseñanzas de San Juan de Ribera en el sexto sínodo que organizó en Valencia. Ese porte exterior, naturalmente, tiene que venir avalado por una forma de vivir y de entender que representan al Señor y de demostrar su oficio con la propia vida, no sólo con palabras sino con hechos, con su ejemplo”.
Ambos llevan toda la razón. Tanto don Manuel Fraga como don Carlos Osoro.
El primero me lo dijo hace casi veinte años. El segundo lo dijo ayer. Uno ha sido un político y el otro es el arzobispo de Valencia.
Por el primero he celebrado una Eucaristía por el eterno descanso de su alma. Aquel día le dí las gracias. Hoy se las he vuelto a dar con la oración una vez fallecido.
Tomás de la Torre Lendínez