Menos casorios

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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29

“Luego, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo. Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está: Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles, para que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra.”

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De este modo describe san Mateo la segunda tentación del diablo a Jesús. Le plantea que se ponga a volar y haga un número de circo, cuando fuera salvado del vacío en manos de los ángeles, que con alas, sí parecen poseer la facultad de volar. El Señor rechaza al diablo.

Es el deseo de toda persona, desde la protohistoria, emular a las aves. Con la invención de los aviones, helicópteros y demás artilugios voladores los seres humanos pueden cumplir sus deseos de verse por encima de la tierra. Leo en nuestro diario cómo una chica brasileña ha muerto al estrellarse el helicóptero en el volaba camino de su boda, donde pensaba aterrizar para sorprender a su pareja. En el accidente han muerto el padrino, el piloto y la fotógrafa de enlace matrimonial, que además estaba embarazada.

En los últimos años he visto novios acudir a sus bodas montados en un motocarro, en una calesa tirada por mulas, en una moto con sidecar, en bicicletas, en carroza de película infantil, en coche patrullero de policía, en vehículo peliculero de los tiempos de la ley seca…y a pie como lo hicieron mis padres en la parroquia de San Ildefonso los menos.

Se ha convertido el acudir a la propia boda en una competición buscadora de originalidades y modos exóticos, que han sido frenadas por la lenta, pero imparable, forma de convivir la pareja sin papeles, sin fotos, sin testigos, sin vestidos de oropeles, sin comidas en restaurantes, ni nada de nada. Diversos motivos han llevado a esta nueva formación de hogares.

El primero, a mi leal saber y entender, ha sido la crisis económica que ha obligado a las parejas a cortar por lo sano, a usar recortes presupuestarios, y desear vivir en común con lo más corriente de todo: el amor mutuo.
El segundo, ha sido el bajón en la práctica de los sacramentos operado dentro de los templos de la Iglesia Católica. Uno de ellos ha sido el matrimonio. Había una iglesia en Jaén que  se debía contratar día y hora de boda dos años antes del acontecimiento. Hoy se puede acudir con tres meses y siempre se encuentra una fecha oportuna a los planes de los contrayentes.

Ante esta situación la industria en torno a las bodas, como ropas, fotografía, restauración, viajes…han visto mermar sus ingresos por la disminución del número de matrimonios civiles o eclesiásticos.

Esta cuestión ha traído un factor positivo para la propia Iglesia Católica. Ahora las parejas que llaman a la puerta de un templo para contraer matrimonio son personas responsables y conscientes de los compromisos que suponen recibir el sacramento matrimonial, saben responder con su asistencia a los cursillos preparatorios, procuran educar cristianamente a sus hijos, e intentan vivir, en sus casas, el ambiente católico que la Iglesia demanda a quienes reciben en el santo sacramento del matrimonio. La pareja brasileña ya no contraerá matrimonio por la muerte de la chica, pero otras aspirantes al casorio aprenderán que deben ser más naturales en el modo de acudir a boda, porque quien evita la tentación de la espectacularidad, encontrará que la normalidad es más sensata.

Tomás de la Torre Lendínez

Comentarios
2 comentarios en “Menos casorios
  1. Discrepo Tomás, los matrimonios canónicos de hoy día duran todavía menos que hace 10 años, por ejemplo. Es también lamentable que el propio Bergoglio afirmara, en un encuentro con curas romanos, que la mayoría de matrimonios canónicos son nulos, mientras que muchas parejas de hecho son auténticos matrimonios, con lo cual desalentaba de casarse por la Iglesia y alentaba a vivir en pecado. El divorcio ya está introducido en la Iglesia por la doble vía, a cual más farisaica, del nulivorcio exprés y la comunión a los divorciados recasados. Esperemos que esta situación explote en breve, por el bien de la Iglesia, de la familia y de las almas.

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