(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 23 Mar. 2017).- Los estudios históricos y su perspectiva permiten hoy entender que la Reforma protestante no se explica solamente por motivos teológicos. Y si bien existieron malentendidos en la raíz de la rotura, había sobre todo un contexto histórico, político y económico, sin el cual no hubiera sido posible una cisión de la cristiandad.
Lo indicó este jueves el presidente del Comité pontificio de ciencias históricas, padre premonstratense, Bernard Ardura, quien acompañado por el profesor Johannes Grohe, ordinario de historia medieval en la Universidad pontificia de la Santa Cruz, tuvieron un encuentro con los periodistas en la Oficina de prensa de la Santa Sede.
Allí explicaron el Congreso Internacional de estudio organizado por el el Comité pontificio de ciencias históricas, con motivo del V centenario de la reforma luterana, que se realizará del 29 al 31 de marzo en el Instituto María Santísima Niña, situado a dos pasos del Vaticano.
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1. Me alegro muchísimo que luego de 500 años alguien se diera cuenta que detrás de lo teológico (que hace 500 años era una excusa como lo hubiera podido ser otra de las proposiciones) había intereses territoriales, económicos, los bienes de la Iglesia, el peligro que venía de los otomanos y numerosísimos intereses personales de la nobleza de alemania y suiza y otros más que motorizaron y financiaron todo.
2. La Fe y las Obras. Es imprescindible releer a Benedicto XIV (que entendió la necesidad de pulir ciertas cuestiones sabiendo que si no lo hacía sería peor) en «Cómo entendía san Pablo la justificación». Catequesis del Papa Benedicto XVI durante la audiencia general, 19 de noviembre de 2008. Copio un párrafo: Con Cristo, el Dios de Israel, el único Dios verdadero, se convertía en el Dios de todos los pueblos. El muro –así lo dice Carta a los Efesios– entre Israel y los paganos ya no era necesario: es Cristo quien nos protege contra el politeísmo y todas sus desviaciones; es Cristo quien nos une con y en el único Dios; es Cristo quien garantiza nuestra verdadera identidad en la diversidad de las culturas, y es él el que nos hace justos. Ser justo quiere decir sencillamente estar con Cristo y en Cristo. Y esto basta. Ya no son necesarias otras observancias.
Por eso la expresión «sola fide» de Lutero es cierta si no se opone la fe a la caridad, al amor. La fe es mirar a Cristo, encomendarse a Cristo, unirse a Cristo, conformarse a Cristo, a su vida. Y la forma, la vida de Cristo es el amor; por tanto creer es conformarse con Cristo y entrar en su amor. Por eso san Pablo en la Carta a los Gálatas, en la que sobre todo ha desarrollado su doctrina sobre la justificación, habla de la fe que obra por medio de la caridad (cfr Gal 5,14)».
3. Ahora aparece claro que el medio de obrar de la fe es la caridad, hay un obrar cristiano producto de la fe en el amor a Cristo.