Uno de los aspectos esenciales de la historia de la Iglesia Católica son las persecuciones que ha sufrido a lo largo de los dos milenios y pico de vida. La prueba de su servicio a las personas bien hecho son las persecuciones.
Cristo lo dejó escrito en letras de piedra: “Si esto hacen al Maestro, que no harán a los discípulos, porque nunca éstos son superiores al Maestro”.
Los cristianos conocemos que, desde el Protomártir San Esteban hasta el ataque cibernético de ayer de los mascarones de proa escondidos en el anonimato de la Red contra la Web del Vaticano, derramando sangre en el primer caso, o dejando tirada por los suelos las conexiones de portal digital, este es el precio que pagamos por seguir los pasos del Divino Maestro.
Cuando han atacado de forma tan insolente ofendiendo con sus graffiti de pared virtual a la Iglesia Católica, es porque los cristianos lo hacemos tan fenomenal en la Red que les estorbamos.
Hace unos días se ha presentado la Web www.intermirifica.net donde están publicadas todas las iniciativas católicas en la Red. Esta misión la ha patrocinado el Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales. Con esta página no han podido.
Sabed, cobardes anónimos tras una careta, que nunca podréis contra la Iglesia Católica. Haréis una hazaña de guerra sucia y traidora por la espalda, pero nunca conseguiréis hacer desaparecer a la Iglesia que Cristo fundó sobre la roca de Pedro y sus sucesores, y que está dirigida por el Espíritu Santo.
Comeos vuestros odios, tragaos vuestra bilis, guardaos vuestras venganzas, porque los cristianos no vamos a responder con violencia cibernética ni de ningún tipo porque no está en nuestro ADN. Nosotros nos pegan una bofetada en una mejilla y ponemos la otra. Nosotros, incluso, amamos a nuestros enemigos, aunque esto no es óbice a que os digamos todo lo que va escrito en este post.
Así que acabo, como cristiano y sacerdote, perdonando vuestra turbia acción, y os ruego que nos dejéis vivir, porque en la Red digital, también, existe la libertad religiosa, tal como esta clavada en la legislación de la sociedad, y todos tenemos derecho a estar en las autopistas de la información. Nadie, y menos vosotros anónimos, es juez del otro.
Tomás de la Torre Lendínez