Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 31 Cuando un grupo humano profesional como los médicos de atención primaria redactan un decálogo es para leerlo, apoyarlo y, si fuera necesario, saberlo de memoria, porque si en la presente sociedad existe un sector de importancia vital es el cuadro médico de la sanidad pública, donde acudimos todos los ciudadanos cuando la salud se quiebra. Decían los clásicos que la felicidad humana era la ausencia del dolor. Es cierto porque cuando estamos con una simple gripe, se disparan unos parámetros interiores que nos llevan a sentir dolor en el resto del cuerpo. En esos diez puntos ofrecidos por los médicos y que el colegio profesional apoya plenamente, aparecen dos esenciales: El primero, es cubrir los puestos de trabajo de la atención primaria para evitar las sustituciones con menos dinero mensual, que resta responsabilidad profesional al galeno que debe ver y tratar a sesenta personas al día, conociendo que el compañero de la consulta de al lado, cobra el cien por cien de su salario, a lo mejor por menos pacientes. El segundo, es que las visitas deben tener como mínimo diez minutos de duración, nunca los dos actuales, porque el enfermo necesita se escuchado, auscultado, interrogado y recetado por su médico de familia o cabecera. El doctor Marañón inculcaba que un médico que no sabe escuchar ha perdido, en buena medida, más de la mitad de su conocimiento científico y humanista para curar al enfermo desde el punto de vista psicológico. Para un cristiano el mejor Médico es Jesús de Nazaret, quien en el interior de los evangelios se mostró como el Sanador del cuerpo y del alma de los enfermos que acudían ante su persona. Todos los milagros del Señor tienen siempre el mismo mensaje: “Toma tu camilla, echa andar, y tus pecados quedan perdonados..” le dijo al paralítico que lo metieron desde la azotea de la casa donde estaba, porque había tanta gente dentro que nadie podía entrar ante Jesús. La misión de todo médico ha de tener la imitación del Señor, porque las personas cuando enfermamos perdemos la felicidad porque nos llega el dolor, y mientras se busca la medicina apta para extirpar la dolencia, el médico ha de oír las explicaciones del paciente, quien solamente pide un rato, esos minutos que sugieren los médicos, para que su sabiduría clínica no haga aguas en una visita de pie, con prisas y sin escuchar. La última gran petición de la organización médica colegial es que la tarjeta sanitaria sirva lo mismo en tierras andaluzas, que en otro punto de España, algo que tanto proceso autonómico ha mandado al traste, imponiendo unas fronteras que en el mapa físico no existen, pero que los burócratas regionales han empalizado e impedido hasta la fecha. La tarjeta sanitaria y farmacéutica debe ser una sola para toda España. Tomás de la Torre Lendínez
Los médicos
| 02 mayo, 2015
Como profesional sanitario aunque esté jubilado(uno no se jubila de eso nunca,como en el sacerdocio),apoyo ese decálogo. El ser humano,el hombre,la persona,es el que enferma,el doliente,y eso no puede tener ni precio ni tasa.
Un abrazo,don Tomás.