La semilla del odio entre los seres humanos tiene una pareja ejemplar: los hermanos Caín y Abel. El texto bíblico lo expresa de forma sencilla para cualquier lector natural t con fe en la Palabra de Dios. El odio humano tuvo su culmen cuando los enemigos de Jesús de Nazaret lo llevan a morir en la Cruz, que así llega a ser el símbolo de la reconciliación.
Pero una cosa es la perfección del ideal de santidad y otra la realidad de la miseria humana pecadora. Dentro de la historia de la Iglesia los odios han existido y creado cismas, muertes, y lances alejados del signo del perdón mutuo.
Ahora, cuando estamos esperando a Benedicto XVI en Madrid, han surgido dos tipos de odio a la celebración de la JMJ. Uno está instalado en la izquierda eclesial enemiga de estas manifestaciones masivas de la fe en Cristo, porque se tira el dinero en dispendios inútiles habiendo tantos pobres a los que entregárselo. El otro está situado en la derecha eclesial más cerril, que no perdona que el inventor de estas Jornadas fuera el Beato Juan Pablo II, el Grande, a quien le tienen un furor propio de los patios colegiales, y les asusta y odian el “juanpablismo” como antesala de otros ismos que pueden llegar.
Ni en un caso, ni en otro me sitúo. Como cristiano y sacerdote vivo sin odiar a nadie. Estoy muy feliz sin adscripciones ideológicas fomentadoras del odio dentro de la Iglesia del Señor a la que sirvo hasta el último hálito de vida.
Huyo de los extremismos como gato del agua caliente. El mundo de Internet está colocando a diversos personajes en donde están, con la cabeza metida en la taza del inodoro, y vomitan y vomitan sus gases avinagrados, sus eructos mal olientes, sus salivajos de odio, sus detritus inaguantables.
Estos lugares digitales tienen su público lector, que pasa por allí a soltar una pedrada en el ojo del que vomita, una patada en el trasero cuando lo tiene en pompa, y el enfermo de odio eclesial, sea de ultra derecha o ultra izquierda, es tan masoquista que acepta que la gente se mofe, le escupa en la cara, la ponga la zancadilla mental, con tal de que se quede marcada la visita en el contador y presumir del alto número de lectores que huelen sus odios eclesiales venteados del este o del oeste, del norte o del sur.
Por esto, cuando llegué a este Blog, me propuse huir siempre de los extremos. Escribí un post que extrañó a algunos cuando citaba el Concilio de Jerusalén, descrito en los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro y Pablo tomaron una decisión de síntesis y de amor apostólico y eclesial en el asunto de los judíos conversos y los gentiles, evitando el cerrilismo mental y montaraz, que hoy vemos ante la JMJ, entre una ultra izquierda que condena sin paliativos y una ultra derecha que desea que pase cuanto antes todos los días próximos.
A los propietarios de esos portales digitales les deseo que se curen. Acudan ante el Señor, único médico de nuestras almas, en el Sagrario y rueguen por su estabilidad anímica y mental, porque todos los ismos tienen solución. Todos, menos uno: el sentido común, que si viene trastocado de fábrica mejor es buscar un manicomio. Con razón los extremos siempre se tocan y se ven en el mismo sitio.
Tomás de la Torre Lendínez
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Lean, si les apetece:
Escultura de Juan Pablo II en la sede de la Conferencia Episcopal Española
Blog del padre Tomás
http://tomas-de.blogspot.com/2011/08/escultura-de-juan-pablo-ii-en-la-sede.html
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