Libros católicos en papel y en la Red

En el día del Libro con mayúscula es para mirar el presente y reconocer dos cosas esenciales: primera, la poca venta de libros de papel que hoy se adquieren. En esto puede influir la crisis económica como en otros campos de la vida cotidiana. Segunda, el bajísimo número de lectores existentes en la sociedad actual, porque el largo estrago de las victimas de la logse no ha llegado al final, y tardará largo tiempo, y no ha terminado. En el aspecto del libro de contenido religioso católico, la doble crisis descrita antes se agudiza, porque, aquí se suma otra motivación: no existen autores católicos, que con libertad escriban obras teológicas, que iluminen los tiempos difíciles que estamos pasando. Tal flojera para que no existan autores católicos se traduce en que no se escribe ni siquiera para alimentar la vida espiritual de los militantes cristianos. La sequía intelectual teológica y espiritual se manifiesta no solamente en que las editoriales no publican, sino que buscan autores y no dan con ninguno de categoría. Basta con mirar hacia las sillas episcopales, arzobispales, cardenalicias, y papales para ver las manos muertas que existen. La pobreza lingüística, intelectual y pastoral de las cartas de los pastores son la muestra de la inapetencia de las ovejas del rebaño del Señor para escribir y publicar. ¿Está siendo Internet el aliviadero donde algunos se plantan y escriben teología o espiritualidad? Seguramente sí, porque los tiempos del libro electrónico religioso son los de hoy y del futuro inmediato. ¿Ha muerto el libro religioso de papel? Pienso que no, porque muchos autores que están en la Red, venden también a demanda, pudiendo disponer del libro escrito los lectores que lo deseen. Con todo, a pesar de todo, feliz día del Libro. Tomás de la Torre Lendínez