Lección extraída del mayordomo del Papa

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Muchas veces la realidad supera a la ficción. Ante el robo de papeles secretos en el Vaticano mucha gente me ha preguntado si estos casos han sucedido antes dentro de los muros de la Santa Sede.

La respuesta es que sí y asuntos más graves que están escritos en la historia de la Iglesia Católica.

¿Es que no existe seguridad sobre los documentos reservados?.¿Las personas que entran en el despacho papal son de plena confianza?. ¿Habrá más gente implicada en el asunto?.¿Indica esto una crisis de gobierno junto a la silla del sucesor de Pedro?.

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No me gusta hacer fabulaciones, ni guiones para series televisivas. En esos asuntos pierden otros el tiempo. Me quedo con el hecho en sí mismo.

¿Cómo valoro este asunto para los cristianos corrientes, como usted y yo mismo?

El mismo Papa Benedicto XVI ha visto, siendo ya cardenal en Roma, cómo desde la masa humana de la plaza de San Pedro dispararon a Juan Pablo II en la tarde del 13 de mayo de 1981. El autor del atentado fue detenido, juzgado y hoy, tras cumplir su condena, está en la calle. Nadie sabe, por muchas investigaciones, quien o quienes estaban detrás de esa persona.

El mismo Papa Benedicto XVI conoce que, desde entonces, el apartamento papal se convirtió en un bunker, custodiado por personas polacas de absoluta confianza de Juan Pablo II, conducidas por su secretario particular, hoy cardenal de Cracovia.

El mismo Papa Benedicto XVI sabe que en cualquier familia humana, compuesta de padres e hijos nacidos de la propia sangre, existe el peligro del robo, de la maledicencia, de la separación, del odio, y de otras miserias humanas.

Todos sabemos, y el Papa también, que entre 12 Apóstoles, junto a Jesús de Nazaret, hubo un traidor que vendió al Señor por treinta monedas.

Por lo tanto, sin hacer especulaciones peliculeras, este asunto debe ratificar al Papa una verdad conocida: Todos estamos rodeados de posibles y presuntos delincuentes.

Claro que Benedicto XVI, con su bondad y sabiduría, sabe, a imitación de Teresa de Jesús, que quien a Dios tiene nada le falta, porque solamente Dios basta.

Tomás de la Torre Lendínez

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