El gigante comunista chino comienza a tener los pies de barro. Desde la pasada Pascua de Resurrección, que se bautizaron unos 22,000 ciudadanos, la alegría se está haciendo patente en tierras asiáticas y en la misma Roma, donde se está celebrando una reunión de los expertos implicados en este proceso, lento eso sí, pero imparable de las conversiones de chinos a seguir a Cristo dentro de la Iglesia Católica.
Los bufones de la llamada iglesia patriótica, peleles colocados por el régimen comunista chino, como pantalla de aparente respeto a las inclinaciones religiosas, están batiéndose en retirada muy lentamente. Todavía disponen de poder y dinero para acallar cualquier protesta.
El éxito de la existencia en el tiempo del régimen comunista chino, está situado, en los soplos, en las delaciones, en las persecuciones a los cristianos en comunión con Roma, a quienes los guardianes de la ortodoxia comunista les temen como a una vara verde.
Desde Roma se desea caminar con tiento, sin pausa, pero sin prisa, poniendo los pies en tierra firme para no pegarse un costalazo que suponga una masiva persecución a la cantidad de cristianos escondidos que pueblan la nación china.
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Tomás de la Torre Lendínez