La huida atrás de la Sagrada Familia

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Casi a hurtadillas, sin luz y taquígrafos, el domingo llegaremos a la fiesta de la Sagrada Familia. Lejos quedaron las Misas por la Familia ofrecidas en el centro de Madrid, con obispos mitrados de toda España. Ahora estamos en la etapa del buenismo, donde no conviene herir la piel sensible de las calles, edificios y personas, que no deben ver a católicos en familia cristiana unidos con sus pastores. Gana, una vez más, el laicismo reinante, con los seguidores de Jesús metidos en los templos y en las sacristías, que es donde desean vernos siempre recluidos para que los ojos de los demás no se ofendan por vernos ejercer la libertad de culto y el derecho a demostrar públicamente que somos practicantes de una moral familiar muy alejada de la moralina de una sociedad sin valores ni principios. Con cambios como éste quien pierde es la Iglesia Católica, con cobardías como ésta se frotan las manos, los eternos enemigos eclesiales que están aún dentro de la propia comunidad católica, aunque se les llene la boca de un supuesto «amor» a la Iglesia siempre situada en el ángulo oscuro de la extrema izquierda del amplio salón. Con cambios como éste quien pierde es la Iglesia Católica, pues nace el complicado estado de vivir en un archipiélago eclesial, donde cada diócesis es una islita, sin contacto con el resto de hermanos que viven al otro lado del agua marina o terrestre. Una situación demencial. La prueba de todo la tenemos en el cartel que acompaña el post y en toda la propaganda preparada dentro de la Subcomisión episcopal de la familia y la vida, que es tan naif como el cartelito, tan imberbe que no compromete a nada ni a nadie ni siquiera a salir de sus casas. Tomás de la Torre Lendínez

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