La fotografía de hoy: «La ELA me ha quitado la voz, pero nunca antes he hablado más alto»

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Tomado del diario El Mundo

Iba Francisco Luzón caminando un mes de octubre al estadio Santiago Bernabéu con su bufanda al cuello junto a su hija Estibaliz, cuando ésta sintió que su padre -que jamás probó el alcohol- hablaba con esa voz chiclosa del que parece bebido.
-¿Qué te pasa, papá?
-Pues no lo sé, hija. La verdad es que empiezo a notar que hablo peor, pero seguro que será un problema de las cuerdas vocales.
Francisco Luzón, que sigue siendo forofo del Real Madrid, gritó los goles como siempre y salió afónico del campo como nunca.
No recuerda el resultado del partido. No olvida el otro resultado: un año después, le diagnosticaban Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA).
Luzón (El Cañavate, Cuenca, 1948) ha sido presidente del Banco Exterior de España y de Argentaria, número dos del Santander con Botín e impulsor de la entidad en Latinoamérica, muñidor de la fusión entre el Banco de Vizcaya y el Banco de Bilbao, un jubilado de oro que se embolsó 32 millones de euros limpios cuando se retiró, consejero en Georgetown y Yale, consultor en el Banco Interamericano de Desarrollo, presidente de la Escuela de Negocios de Icade, patrono de la Fundación Príncipe de Asturias y, entre otras muchas cosas [su hoja de servicios profesional ocupa cuatro hojas], uno de los economistas más influyentes de la democracia. Luzón ha sido todo eso, decimos, y además -desde hoy de forma pública- una más de las 4.000 personas que sufren ELA en España.
Si antes lo suyo era la frialdad de los números, a Francisco ahora le interesa el tacto. Agarrarte las manos mientras te mira. Cogértelas. Apretártelas como si te deseara suerte. Echarte el brazo por encima del hombro mientras camina como si fuera a contarte una confidencia de patio de colegio.
Si antes eran obligadas las comidas de negocios caras, Luzón frecuenta ahora un régimen inexorable: ya se alimenta por una sonda.
Si antes hacía ejercicio con interminables caminatas, al banquero ya se le nota que anda con cierta dificultad.
La esperanza de vida de esta enfermedad que no tiene cura es de cuatro o cinco años. A Luzón se la detectaron hace tres. Hay preguntas tan odiosas como inevitables.
-¿Piensa mucho en la muerte?
-Cinco minutos todas las mañanas cuando me levanto.

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