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La cruz y la cara: gobierno picado y pueblo sencillo ante la televisión

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El Papa está en Roma. Por aquí ha dejado una excelente doctrina derramada con sencillez tanto en Santiago como en Barcelona. A estas verdades como puños los de siempre, el gobierno y sus terminales mediáticas, le han puesto sordina. Han destacado, por el contrario, las palabras pronunciadas en el avión, donde habló del laicismo actual, comparado con el anticlericalismo de los años treinta del siglo pasado. Esto les ha hecho pupa, porque en se ven retratados en esa realidad.

Esta ha sido la cruz. Pero la cara está en los millones de espectadores de televisión que han visto las variadas horas que el ente público, pagado con nuestros impuestos, ha emitido de todos los actos de la visita del Papa.

La cruz la ha resumido fatal el siniestro ministro Rubalcaba, quien con un lenguaje tabernario, ha soltado lo que los lectores pueden ver pulsando aquí.

Yo le digo a este ministro oscuro y ladino que quien se pica ajos come. Y que piense si hay motivos para recordar los años treinta cuando se ha cerrado la Basílica del Valle de los Caídos al culto, justo el mismo sábado por la mañana, medida que no se había tomado en España desde la llegada de la II Republica en el año 1931.

La cara la resume muy bien la noticia que aparece en la página oficial informativa de la Conferencia Episcopal. La pueden conocer pinchando aquí mismo.

Casi trece millones de españoles vieron la visita del Papa en Galicia y Cataluña a lo largo de todas las horas de transmisión televisiva. Estos españoles son gente sencilla, enfermos e impedidos encerrados en sus casas, familias que no han podido acudir a ninguna de las citas papales, y espectadores variados hartos de la telebasura habitual de las cadenas horteras.

Entre estas dos situaciones, personalmente paso de los políticos socialistas y sus picores. Y me quedo con la sencillez de una enferma que me decía, el domingo por la mañana, en su casa: ¡Quiero recibir la bendición del Papa¡. Lo consiguió al final de la ceremonia.

Tomás de la Torre Lendínez

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