No me he sentido nunca un disidente en mi vida en la Iglesia de Cristo, el Señor, el Hijo de Dios, hecho hombre, en todo igual a nosotros menos en el pecado, nacido de la Santísima Virgen Maria, quien concibió por obra y gracia del Espíritu Santo; ese Cristo que predicó su evangelio sin soltar nunca la palabra disidente, sin dirigirse a disidentes, y que murió en la Cruz para salvarnos del pecado de la muerte resucitando al tercer día de entre los muertos, como lo había anunciado.
En el congreso celebrado de la asociación Juan XXIII, terminado ayer en Madrid, han acuñado el concepto disidente como un término bíblico y evangélico nuevo, donde no se encuentra este vocablo. Y afirman que ya se acabó el tiempo de los silencios, pues aquí tienen mis pensamientos y mi firma. Yo tampoco me callo.
En el diccionario de la RAE el disidente es la persona que no está de acuerdo con el grupo o sector donde vive, y trata de minar los cimientos de su grupo para darle la vuelta a la tortilla e imponer una ideología marxista en toda regla.
En los sistemas marxistas no cabían los disidentes. En toda dictadura doctrinaria nadie puede sacar los pies del plato, porque no existe libertad ni la responsabilidad correspondiente. El ejemplo más claro es el decrépito sistema cubano, donde la Iglesia está sacando de la cárcel a los disidentes y enviandolos a España.
Quienes han estado reunidos se han llamado a sí mismos disidentes. Son dueños de motejarse como les parezca. Pero por donde ya no paso es llamar a Jesús: el disidente de que y contra quien. Si Él vino solamente a cumplir la voluntad del Padre de salvar a todos los hombres del pecado y de la muerte.
Si Jesús hubiera sido un disidente pleno habría desobedecido la voluntad del Padre y hubiera realizado la Redención a su manera y estilo, que es lo que pretende este sector de personas, quienes llamándose disidentes pueden hablar y decir lo que les parezca dentro de la Iglesia, minándole sus cimientos porque la aman tanto que desean darle la vuelta y convertir la Iglesia en una esclava de un sistema filosófico muerto en los finales del siglo pasado.
Mientras, al Papa Benedicto XVI, a los obispos, sacerdotes y demás fieles que no respiramos en el marxismo atmosférico, nos tachan de fundamentalistas, de fanáticos, y otras lindezas similares.
Deseo dejar muy claro que no soy disidente, ni fundamentalista, ni fanático, ni nada de nada. Soy un cristiano y un sacerdote de la Iglesia del Señor, que estoy para seguir al Divino Maestro y continuar la evangelización que comenzó y dijo que llegáramos hasta el último confín de la tierra. Y así seguiré hasta que el Señor me llame a su Casa.
Tomás de la Torre Lendínez