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Jardinería nociva

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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29

Es tradicional por nuestra tierra la colección de macetas en ventanas, terrazas y jardines de entrada o patio trasero.  Los  pintores y aficionados a la fotografía nos han dejado estampas inigualables del maceterío enclavado en las callejas del viejo Jaén, cuando la piqueta del derribo y la presencia de los adefesios de ladrillo no habían tomado posesión de nuestra ciudad y sus calles. La jardinería, por tanto, ha sido un timbre de amor a la naturaleza y una exaltación a la policromía y buen olor en las tórridas noches veraniegas, cuando el galán de noche y el jazminero exhalan sus oleadas perfumando el ambiente de los paseantes.

La Iglesia Católica siempre ha apostado por las macetas en el ornato del interior de los templos, siendo la pilistra, el poto, la chiflera y otras especies parecidas las protagonistas de estar junto a las imágenes sagradas o cerca del Sagrario, donde se encuentra la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

En la actual sociedad ha renacido una afición por el mundo vegetal, tanto en el plano decorativo como en el alimenticio, creando la conducta de muchas gentes devoradoras de productos del campo como verduras, frutas y similares, manteniendo su salud de pie sin probar bocados de otros alimentos insertos en la dieta humana actual.
A tal altura ha llegado el movimiento vegano que personas de relumbrón social presumen de su conducta alimentaria, respetando siempre al resto que contamos con un abanico más abierto a la hora de cocinar las comidas con las que nos mantenemos tal como estamos.

Como el mal nunca toma vacaciones, en la actual tendencia vegetariana se ha incluido la crianza en campos, terrazas, patios y huertos algunas hierbas nocivas para la salud incluidas en la lista de las drogas ilegales y perseguibles de oficio por parte de la policía y su departamento de estupefacientes.

El mercado clandestino de cooperación contra la salud pública de los ciudadanos ha creado un clientelismo de adictos al consumo y una red de puntos de crianza de hierbas y su posterior venta a los consumidores. Las páginas de sucesos de la prensa nos cuentan las operaciones policiales de persecución de los protagonistas del entramado delictivo tras esos vegetales.

Lógicamente, todas estas peripecias contra la salud pública, además de ser un delito recogido en la legislación civil, son situaciones que chocan de frente con el quinto mandamiento de la Ley de Dios, quien nos recomienda no matar a nadie, ni matarse a sí mismos, con el consumo de productos tóxicos que pueden llevar a la invalidez y a la defunción de los consumidores, aunque al inicio digan que pueden controlar su afición privada de semejantes vegetales criados en las propias viviendas con sofisticados sistemas de riego por goteo. El consumo gota a gota mina la salud de los toxicómanos, y coloca a la persona a abrir un punto de venta para ganar dinero fácil quemando la vida de los enganchados, quienes pagan lo que se les pida. Tal faena debe ser cortada en raíz por padres, educadores y agentes policiales. La salud va en ello.

Tomás de la Torre Lendínez

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