Historias internas de una emisora de radio

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Desde aquella película Historias de la radio hasta la fecha se han publicado muchos libros sobre la vida interna de una emisora local de radio. Ahora es Guillermo Jiménez Smerdou, quien desde Málaga, cuenta sus anécdotas del trabajo en Radio Nacional de España en Málaga y premio Ondas. Lean despacio, amigos, es muy interesante.

«Guillermo Jiménez Smerdou repasa algunas de las anécdotas de radio más divertidas y curiosas de su carrera. La radio, como cualquier actividad pública y privada, es fuente inagotable de errores, meteduras de pata, anécdotas, historias… que a veces mueren en el mismo instante en que se producen y otras veces trascienden a otros ámbitos. Los afectados reaccionan de manera diferente, pero por lo general los culpables o protagonistas del hecho admiten de forma divertida el desliz y son los primeros en reírse de su error. No me refiero a los alardes y osadías de algunos políticos que de forma machacona recurren una y otra vez a demostrar su ignorancia o sustracción de la idea o coletilla de otro, y si a uno se le ocurre, como al Rey don Juan Carlos, sugerir que todos debemos remar en una misma dirección, al día siguiente el símil es utilizado por todos los prebostes de la política y el poder. Estamos hartos de «estar en la pomada», «en vivo y en directo», «llegar hasta el final», «transparencia», «andaluces y andaluzas», «ciudadanos y ciudadanas», «miembros y miembras», «los barones del partido» (mejor varones), «los fontaneros de la Moncloa», y la «empleabilidad de los jóvenes», a cuyo atentado gramatical solo le falta «y jóvenas». Chernóbil Una de las anécdotas más divertidas de la historia de la radio se produjo precisamente en relación con una de las catástrofes más desgraciadas de nuestra época: la avería de la central nuclear de Chernóbil, ciudad ucraniana, cuando Ukrania formaba parte de la URSS. Ocurrió en 1986. La mañana en que se produjo la letal explosión, el conductor de un programa radiofónico, ante el desconcierto por las primeras noticias, número de víctimas, posibles consecuencias al expandirse la nube tóxica… decidió sobre la marcha ponerse en contacto con un catedrático de Física Nuclear de determinada Universidad. A uno de los integrantes del equipo de producción le hizo el encargo: localízame al profesor (aquí el nombre), que es catedrático de la Universidad (aquí la Universidad), y cuando lo tengas al habla, pásame enseguida la llamada. Si no me equivoco vive en la calle (aquí el nombre de la calle donde supuestamente residía el catedrático). A los pocos minutos, el ayudante de producción le informó a su jefe de que el señor (aquí el nombre) estaba al habla. El conductor, sin perder tiempo en presentaciones, saludó al interlocutor. El diálogo, más o menos, fue así: –Buenos días profesor. –Buenos días. –Conocerá la noticia del accidente nuclear de Chernóbil. –Sí, algo he oído. –¿Cree usted que la nube tóxica alcanzará a áreas cercanas nada más o se extenderá por otras zonas más apartadas, por media Europa? –(Breve pausa) La verdad es que no lo sé. –Pero los daños pueden incluso ser mayores de los que se produjeron en Hiroshima. –Quizá. –¿No cree que estamos ante una de las más graves catástrofes de la más reciente historia? –No le puedo contestar a su pregunta. –Profesor, usted como físico nuclear, debe… –Perdón, perdón. Profesor, sí; físico nuclear, no. Soy profesor de la Banda Municipal y toco el bombardino… Se produjo un silencio de dos o tres segundos, y el conductor del programa reaccionó como solo un gran profesional es capaz de solventar el tremendo error de confundir a un músico con un catedrático de física nuclear por la coincidencia de nombre, apellido e incluso la calle donde residía. –Entendido profesor. Antes de conocer la opinión de un experto en la materia hemos querido recoger en nuestro programa la opinión de un hombre de la calle, de un ciudadano que vive la noticia cada día, la voz del pueblo, la preocupación del ciudadano de a pie… Lo que sucedió después, de puertas adentro, entre el responsable del programa y el ayudante de producción, ya se lo pueden imaginar. El tío cipote En un programa cara al público que realizaba un excelente presentador en una emisora de Málaga, y por supuesto «en vivo y en directo» (nada de grabaciones), un señor llamó a la emisora para responder a una pregunta de un concurso con un premio en metálico.

El presentador, locuaz, fácil de palabra, tras pedirle la respuesta a la pregunta del concurso en cuestión, felicitarle por el acierto, invitarle a recoger el premio a la semana siguiente… se pasó un poco en los elogios al concursante, la participación multitudinaria de los malagueños, el éxito del programa, hasta el punto de impedir al ganador expresar su opinión. Aprovechando una pausa del presentador, se oyó perfectamente por la radio una frase que puso remate a la noche: «Ojú, el tío cipote, no habla ná…». No le puedo dar el título del disco En Radio Nacional de España en Málaga, cuando la emisora disponía de varias horas de programación propia (ahora está permanentemente conectada con la emisora central), existían espacios muy variados. Los musicales tenían su sello propio: música de baile, cante flamenco, canción española, música hispanoamericana, jazz, zarzuela, ópera, discos dedicados… En una ocasión una voz femenina llamó a la emisora interesándose por el título de una grabación que acababa de radiarse. El técnico de control no baja frecuencia al que le pasaron la llamada para que respondiera, le dijo a la autora de la llamada que lo sentía mucho, que no podía dárselo. La interlocutora expresó su disgusto por no acceder a ello, y le amenazó con llamar al director para protestar. El técnico se excusó y le dio la respuesta. El título, le dijo, es La Pichinina. Ya la señora colgó al parecer airada. Y es que el título era ese, La Pichinina, que en italiano se pronuncia La Piquinina. Los discos del Hogar Alemán En Málaga funcionó con gran éxito durante varios años el Colegio Alemán, sito en el Limonar Alto. Cerró sus puertas en 1945 o 1946, cuando Alemania gobernada por Hitler perdió la guerra.

Muchos malagueños, los que cursaron varios años en el centro, aprendieron la difícil lengua germana, hoy casi una necesidad para los jóvenes españoles que ante la falta de perspectivas de trabajo en el país ponen su mirada en Alemania, a la que hay que ir sabiendo algo o mucho del idioma de Ángela Merkel. Hacia el año 1940, la colonia alemana de Málaga fundó el Hogar Alemán, que se instaló en la primera planta de uno de los edificios de la Cortina del Muelle. Los profesores del colegio, los alemanes afincados en Málaga por negocios, los casados con españolas y las casadas con alemanes… frecuentaban el Hogar donde los fines de semana se organizaban bailes, se reunían a charlar, comentaban primero lo bien que iba la guerra europea y después del derrumbe del imperio soñado por Hitler… Cuando ya la derrota estaba cantada y la asistencia al Hogar se iba desvaneciendo, un responsable del mismo tomó una decisión: donar todos los discos que componían la discoteca a Radio Nacional de España en Málaga, donación muy bien acogida por el director de la emisora. Había discos de música clásica de autores alemanes por supuesto, música de baile a cargo de orquestas del país, una gran colección de marchas militares… Se planteó un problema: todos los discos habían sido editados en Alemania… y todos los títulos estaban en alemán.

Con la música clásica no había problema a la hora de la traducción: sonata número tal de Beethoven, 4ª Sinfonía, oberturas de óperas de Wagner… Pero con la música popular la cosa se complicaba porque ¿cómo anunciar polkas con títulos tan enrevesados como Tiroler Holzhackerbuam, Ich kauf mir lieber einen Tirolerhut, In München steht ein Hofbräuhaus…? Con las marchas militares la situación no mejoraba aunque por razones políticas la dirección no iba a programar las ruidosas y grandiosas marchas alemanas con títulos tan sonoros e impronunciables como Deutschmeisterparade, Adieu, Mein kleiner Gardeoffizier y otras por el estilo. Los locutores se desenvolvían bien con el francés, regular con el inglés… y para usted de contar. La música de baile (valses, fox, tangos…), que eran los más fáciles de programar, ofrecían los mismos problemas de traducción y pronunciación como los casos de Das Gefängniss unter dem Wasser (La prisión en el fondo del mar), Ueber den Wolken (Encima de las nubes)… Algunos días después de la donación de los discos, un alemán que chapurreaba el español se ofreció a traducir los títulos, ofrecimiento recibido como agua de mayo. Funcionó la colaboración a medias porque las traducciones hechas con la ayuda de un diccionario español-alemán arrojaban sorpresas difíciles de digerir.

Algunas palabras alemanas traducidas al español no respondían al lenguaje diario, y el traductor en lugar de traducir muerte del alemán al español elegía fenecer, beso por ósculo y casos parecidos. Así surgieron discos con títulos tan pintorescos como Fenecer por tu amor, El ósculo que nunca olvidaré… El generoso alemán tuvo que marcharse y parte del lote de discos quedó sin traducir. Pero como a improvisar no nos gana nadie, dos de los que prestaban servicio en la discoteca de Radio Málaga (uno de ellos José María Guadamuro) optaron por oír los discos cantados o no y buscar un título adecuado a cada grabación. Cuando yo en 1950 creé el programa Tobogán oí varias grabaciones cedidas por el Hogar Alemán buscando una sintonía adecuada. Después de oír algunas escogí una traducida como Dos caballitos en la nieve… pero en el título en alemán no aparecían ni zwei (dos), ni Pferden (caballitos) ni Schnee (nieve)…, pero sonaban bien porque había un tintineo de cascabeles que bien podían corresponder a un caballo al trote sobre la nieve… Cocos, reglas y pistolas de juguete: el ruido en la radio Las emisoras de radio no tienen problema alguno para reproducir cualquier sonido por extraño que parezca. Hay grabaciones con sirenas de buques, de ambulancias, de bomberos, de llegada de trenes, de carreras de caballos, de jauría de perros, de disparos de pistola, de ametralladora, de gatos maullando… En 1950 no existían aún grabaciones realizadas en estudios y editadas en disco. Había que improvisar. Se recurría a un trozo de papel celofán para sugerir un incendio, batir dos medios cocos para reproducir un caballo al trote, una regla que se arqueaba y al soltarse producía un sonido parecido al disparo de pistola…

Un día, radiándose un guión de corte policíaco en el programa Gong, ondas de amenidad, que realizaba Juan Martín Navas en Málaga, el personaje que mataba a otro de dos tiros gritó: «Muere». Falló la pistola de juguete primero y la regla no sonó como había funcionado en el ensayo…, y Martín Navas, responsable del espacio, no se amilanó, y repitió otra vez: «¡Muere! ¡Pum, pum!» Y el pum, pum, lo hizo con la boca. Los que intervenían en el guión tuvieron que hacer de tripas corazón para no soltar la carcajada. Guillermo Jiménez Smerdou es exredactor de Radio Nacional de España en Málaga y Premio Ondas.»

Tomás de la Torre Lendínez

 

Comentarios
0 comentarios en “Historias internas de una emisora de radio
  1. Leyendo esta larga experiencia radiofónica he sacado en claro que la vocación de este señor por la radio es muy grande, y comparando con lo que oigo hoy creo que antes se ponía más alma en la profesión de trabajar en la radio.

  2. No conocí aquella radio que cuenta este señor en sus declaraciones. Pero desearía que los actuales fueran menos soberbios y se creyeran menos estrellas, cuando algunos de ellos hacen programas estrellados contra el buen gusto y la sana educación.

  3. Muy estimulante el testimonio de este profesional malagueño. Ojalá se volviera a aquella radio humana y cercana. Entonces sobrarían más de la mitad de los actuales comunicadores.

  4. La radio de entonces tenía una calidez y cercanía entrañables que ahora no se percibe. Tampoco se gritaba como hoy,quizá porque no existían las tertulias o porque había más cortesía y educación…
    Mi pequeño homenaje a todos esos profesionales de frontera fallecidos y jubilados que hicieron posible una forma de radio.
    Un abrazo,don Tomás.

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