San Juan Pablo II en su último viaje a España se despidió afirmando: «Hasta siempre, tierra de María Santísima». Tenía toda la razón de su propia santidad para afirmar tal piropo a España, donde no existe rincón, aldea, pueblo, ciudad y capital que no tenga una patrona, una advocación mariana, a la que ha acudido la gente del común a lo largo de la historia a postrarse a las plantas de la Señora para pedir que llueva, rogar que se vaya la plaga de langosta y que desaparezca la epidemia griposa o colérica. Las hermandades envolventes a las patronas de las villas, pueblos y ciudades españolas, siempre han sido unos colaboradores directos del párroco y del encargado del culto en el santuario situado en los sitios más bellos y recónditos de la geografía española. Tras aparecer el actual Código de Derecho Canónico, en 1983, en todas las diócesis comenzó un proceso de regularización de los estatutos de las asociaciones de fieles católicos que veneran la advocación mariana del lugar donde esté el santuario determinado. Nacieron las delegaciones diocesanas de cofradías, que coordinaba a las hermandades pasionistas, y de gloria o patronales. Entraron en cintura, lentamente, las diversas corporaciones cofradieras asumiendo un estatuto marco, que las convertía en unos conjuntos perfectamente engranados en el Derecho eclesiástico. Hubo, sin embargo, pocos casos de grupos de cofrades deseosos de llevar una iniciativa muy peculiar, arrogándose títulos inexistentes, mezclando legislación canónica con la ley del embudo, y revolviendo fanatismo con ignorancia supina, aderezada de ciertos aires culturetas, encendidos por eruditos locales que no ven más allá de las tapias de su propio corral gallináceo, creyéndose el centro del mundo de los sabihondos. Los aires laicistas llegados con una ciclogénesis en espiral levantaron tejados de santuarios, dominaron mentes de cofrades sencillos, impusieron una horizontalidad democrática incompatible con los principios canónicos eclesiales, y aparecieron los dominadores de vidas y haciendas con afanes meramente turísticos, folclóricos, confluyentes en la llamada religiosidad popular, caballo de Troya y cajón de sastre donde encontraron acomodo las ideas incompatibles de fe católica con laicismo puro y duro, afanes de empoderamiento terrenal con legitimidad de propiedad, siempre postergando el verdadero sentido de una cofradía cristiana y mariana expresada con letra legal en el estatuto de una hermandad canónica y diocesana. Los conflictos eran soterrados en un momento, en otros, como un Guadiana pequeño, salían a la luz de la prensa, el cuarto poder que mueve y enardece desde ideologías concretas a las masas inocentes de los juegos sucios que se libraban en el tiempo electoral de las cofradías y sus resultados y consecuencias. Ni obispos, ni curas, ni laicos han podido sembrar cordura, donde solamente priva unos protagonismos de personas que escriben con faltas de ortografía, y encima, se dejan aconsejar por un grupete de sabios locales, capaces de juntar Roma con Santiago pasando por el grito de a ver quien tiene más cuajos para doblar la voluntad de la jerarquía de la Iglesia Católica, incluyendo al mismísimo papa de la Ciudad Eterna. La limpieza de las habitaciones debieron hacerse años atrás. Pero nunca es tarde si la dicha es buena. Una decisión profiláctica de limpiar la mesa es la mejor medida, para que quitando alimentos pasados de fecha, puedan sentarse gentes nuevas con espíritu más abierto al diálogo y a la búsqueda de la paz ante las plantas de una patrona mariana que no se merece ser el enganche de banderías sociopolíticas, sino comunidades de católicos que amen a la Iglesia Madre y Maestra, y a la Virgen, medianera de todas las gracias delante del Señor. Tomás de la Torre Lendínez
Hermandades marianas de España

| 19 diciembre, 2015
Tiene razón que hay ciertos desvíos
Pero también, ciertamente, intereses ajenos a la supervision eclesiástica que implican injerencias que claman al Cielo y aunque se respetan, se acatan, vulneran la legítima autonomía de los fieles
Qué conste que caso y caso, pero músculo solo sacan con y donde pueden. Es decir, no es lo mismo Granada o un pueblo de Jaén que Sevilla capital
En el penúltimo párrafo, en lugar de «haber quien» debe decir «a ver quién» . Dios le bendiga