Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
Cierto día paseaba Jesús de Nazaret rodeado de una muchedumbre de seguidores. En un momento insólito, se paró y preguntó a sus discípulos quien le había tocado. Uno de los discípulos le señaló que es imposible conocer entre una multitud quien pueda rozar a una persona. Sin embargo, el Señor volvió a insistir en su petición.
Fue cuando de entre el bosque de pies humanos, apareció una mujer, afectada de un flujo de sangre hacía tiempo. Solamente había tocado la orla del manto de Jesús, quien sintió cómo la fuerza divina de la curación había emanado de aquel encuentro. Con humildad la mujer señalada pidió perdón e iba a marcharse, sin embargo, Jesús le dijo que se fuera en paz y curada de su enfermedad en la había invertido tiempo y dinero sin obtener la salud.
La Iglesia Católica ha visto siempre con buenos ojos que los cristianos pasen sus manos por las imágenes sagradas. El palpar y besar las manos, o los pies, de un Cristo o una Virgen, es una costumbre arraigada en la fe popular. Esta acción tiene unas consecuencias sobre la salud de los cristianos, y sobre el mantenimiento de la estructura de las imágenes.
A partir de mañana pasará un equipo familiar a revisar el talón de la sagrada imagen de Jesús de los Descalzos, quien tiene su vivienda en el Camarín de Jesús, a donde acudimos anualmente los jaeneros a besarlo. Los efectos de tal rito previo a la Semana Santa son los que propician la necesidad de que los restauradores tengan que pasar revista a la singular talla de finales del siglo XVI.
Tan especial es la imagen que no sabemos nada de su autoría, envuelta en la leyenda de aquel anciano peregrino a quien los dueños concedieron posada en la casería de Jesús, para guarecerse del temporal de lluvia y viento de aquella mala noche. La amanecida trajo el descubrimiento de tan bella imagen de Jesús con la Cruz a cuestas y la desaparición del abuelo para siempre. Desde entonces, Jesús Nazareno es el vértice donde convergen todos los hijos que hemos nacido en esta tierra del Santo Reino de Jaén.
Han pasado guerras, han llegado sequías e inundaciones, han aparecido crisis económicas, han desfilado los personajes más ilustres o los anónimos ciudadanos, Jesús de los Descalzos consigue entre la muchedumbre de la noche del Jueves al Viernes Santos callarnos, sumarnos, unirnos, para rezarle en el silencio, entre los vítores y las lágrimas, para proclamarle nuestra adhesión inquebrantable y nuestro seguimiento vital y comprometido.
En esta misma sección de IDEAL he pedido, en otros momentos, que el consistorio municipal, con el consentimiento del obispo diocesano, proclame Patrón, sí con mayúscula, de la ciudad a Jesús de los Descalzos, por motivos históricos, sociales y religiosos, ya que carecemos de un patrón como otras ciudades. Una vez más, lo vuelvo a pedir, a ver si ahora no cae en saco roto, y podamos, públicamente, proclamar que Jesús Nazareno es el patrón de la capital de la provincia de Jaén para siempre, a pesar de vivir unos tiempos en los que la vida religiosa está de color de hormiga, tal vez, solamente Dios lo sabe, podría ese acto público de justicia histórica y de devoción popular, ser la palanca que necesitamos para despertar del sueño de nuestras necesidades materiales y espirituales, que tantas noches de vela nos proporciona sin encontrar nunca solución a nuestra apatía, desgana, displicencia, pereza, que nos tiene el hoyo desde hace siglos.