Al rey español Felipe II, los franceses le tuvieron una envidia malsana. No perdonaron la victoria de San Quintín y la consiguiente construcción del monasterio de El Escorial. Y menos olvidaron el dicho conocido por todo el mundo: «En el imperio español nunca se ponía el Sol».
Los franchutes en cuanto pudieron disponer de un rey ambicioso, codicioso, intrigante, manipulador, arribista, trepachepas, a quien llamaron el rey Sol, aprovecharon para quemar los restos del imperio español, y unirse a la leyenda negra urdida por los ingleses, hijos de la Gran Bretaña.
Hoy ha nacido en España un rey con minúscula de sobrenombre sol, igualmente en letra pequeña. Ha sido proclamado en la fecha de la lotería. No en la suerte de los bombos, sino fruto de las manos negras y largas que lleva moviendo los hilos desde 1992, cuando ingresó en la «carrera eclesiástica» a cogotazo, y ha ido enterrando a unos, multando a otros, engañando a muchos, hasta llegar a la fecha de la proclamación como rey sol de los soles.
Sus obras reales de sol caliente y quemador las iremos viendo en el año que se inicia. Sus arcas albergan millones de euros, que dispone y maneja a su libre disposición, como administrador único y solitario, por algo es el rey sol, nadie le puede hacer sombra. Si existe alguien que desee competir en este rey sol, irá a galeras.
Ya lo decían los antiguos. Qué sabiduría encierran las lecciones de la historia.
En su gloria y su vejez, «Le Roi Soleil», a pesar de haber estado rodeado de pelotaris y lametraseros, no pudo evitar lo que él mismo interpretó como duro castigo divino, una operación sin anestesia, en carne viva, para intentar quitarle varios quistes en la espalda. Fue intervenido en un sótano maloliente y oscuro de Versalles. Mal olor, pus… eso era lo que atesoraba «Sa Majesté». Esa era la realidad de una vida y un palacio de cartón, decorado de vanidades y favores ya preparado para traiciones de última hora. Los cortesanos, pensando que moría, fueron corriendo a arrastrarse ante su sucesor, su bisnieto, un niño de apenas cinco años ya con vocación de nuevo sátrapa.
En 1715, el pueblo lanzó piedras, barro y patatas podridas sobre el féretro de Luis XIV. Es histórico.
Sic transit…