Parece que se nos va a Roma el cardenal Cañizares a presidir la Congregación del Culto Divino y los Sacramentos. Toda la Liturgia de la Iglesia dependerá de sus manos. El antecesor en el mismo cargo, cardenal Arinze, ha afirmado que el Papa ha consultado con todos los obispos del mundo para ver que opinan sobre trasladar el rito de la paz antes del ofrecimiento del pan y del vino. La base evangélica de este cambio es clave: Cuando estes ante el altar, si te acuerdas que tienes algo contra tu hermano, deja la ofrenda allí, ve a ponerte en paz con él, y vuelves a presentar la ofrenda al Señor.
El rito de la paz, tal como hoy lo hacemos en la misa ante el pueblo, nacida de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, se ha convertido bastante en una aparente manera de realizar ‘un poco teatro’. Me gusta observar a los celebrantes que solamente imparten la paz a los acólitos; o a los que bajan del altar para saludar a los primeros situados en la fila de bancos; y a los que se pasean por todo el templo repartiendo abrazos o saludos con la mano, cual estrellas deportivas.
En la Eucaristía de espaldas al pueblo, según las normas del Concilio de Trento y restaurado por el Papa Benedicto XVI, llamandose ‘rito extraordinario’, la paz se impartía desde el celebrante, al diácono, al subdiácono, a los ministros menores y acólitos, con el beso del Portapaz, una pieza maestra del arte litúrgico, en plata o bronce, realizados por maestros de orfebrería. Tan importante era esta pieza litúrgica que se tomaba con un paño de hombros para llevarla a ser besada. Aquella y esta bella liturgia de la paz era más sobria, menos espectacular, más reposada.
¿Qué ocurrirá con la reforma que tiene pensada sobre el rito de la paz el Papa Benedicto XVI?. Ya lo veremos. Es casi seguro que será el cardenal don Antonio Cañizares quien tenga que coordinar desde su cargo romano toda la pedagogía que necesitarán los celebrantes y las comunidades para acoger el posible cambio, quitándole el ‘bullicio’ que hasta hoy supone el rito de la paz tal como ha salido de la reforma del Vaticano II.
Ojala, el Papa, tan amigo de rescatar piezas de arte antiguas, proponga que vuelvan los Portapaz, simbolo de la paz de Cristo para todos los hermanos que comparten el sacramento de la Eucaristía, centro y cumbre de la vida cristiana.
Tomás de la Torre Lendínez