En un viejo libro de cuentos he encontrado uno que me ha gustado mucho. Comienza así: «Hace muchos siglos, en un país remoto, era la fiesta de Navidad, las gentes preparaban la cena de Nochebuena en familia. En una casa la madre se afanaba para tener todo dispuesto. Las dos hijas mayores le ayudaban, mientras el padre llegaba de llevar a abrevar la mula y el buey, que le servían para labrar la parcela de tierra que tenía alquilada al más rico del pueblo. Era un hogar católico, donde se rezaba el Rosario en familia al anochecer, se declamaba el Ángelus cada medio día, iban a Misa siempre que las labores capemsinas lo permitían los domingos y fiestas de guardar. Tenían dos hijas gemelas de 14 años. El guarín de la casa era un chico de 6, Manolín, verdadero ojo derecho de su padre y su madre. El chico era vivaracho y tenía un don bonito: sabía dibujar como los propios ángeles. Siempre tenía papeles en los bolsillos con sus dibujillos de la mula, el buey, la casa familiar, el pueblo visto desde la era, la portada y el campanario del templo parroquial….todo lo que sus ojillos veían lo plasmaba con cuatro trazos de lápiz o carboncillo, que le suponía tener las manos siempre llenas del negro natural de la hulla. Aquel año, Manolín había pintado el belén que él imaginaba: el Niño Jesús en la cuna con un colchoncillo de pajas, que tambien estaban repartidas por el suelo de la cueva, la Virgen en actitud de contemplar y velar rezando ante su Hijo, convencida de que era Dios hecho carne, y el bueno de San José, agarrado a su vara en actitud de vigilancia y esperanza. En el fondo de la imagen colocó la estrella que pasados los días conduciría a los Magos ante aquel portal llevando sus regalillos: oro, incienso y mirra. El dibujo de Manolín, la madre lo colocó en el centro del aparador de la estancia hogareña donde estaba la mesa en la que cenarían la Nochebuena. Al inicio del condumio, el padre presidía la mesa, acompañado de su hijo, mientras las tres mujeres colocaban los platos preparados. Rezaron, como hacían siempre, antes de probar bocado. El padre partió la hogaza de pan entre todos, las cucharas comenzaron a sonar sobre la loza del plato con la sopa repartida. De pronto todos quedaron con la boca abierta. El Niño Jesús que estaba en su cunita de pajas, en el centro del dibujo, dando fuertes gritos dijo: -Sois unos egoístas, unos hipócritas, unos chismosos, unos vagos, unos mentirosos, unos ladrones, unos malandrines, unos follones, unos indignos, unos malos cristianos…. Toda la familia quedó aturdida, miedosa, medrosa y al borde del llanto. La madre se tiró hacia el dibujo y los rajó en cuatro pedazos y lo lanzó a la chimenea de campana que emitía el calor en la fría noche decembrina. El padre tomó la palabra diciendo: -Creo que quien ha hablado es el diablo metido en la cunita del portalico de Belén. El Niño Jesús no trae ese mensaje de ofensas sin cuento, de faltas de caridad sin justificar, de escupir odio entre nosotros, ese no es el Hijo de Dios. La madre y los hijos se echaron a llorar. El padre hizo lo mismo. Comieron de mala manera con un sabor agridulce el resto de la cena. Al acabar Manolín dijo: -Siento que mi dibujo haya sido el motivo de esta mala Nochebuena. Pero os digo que nunca escucharé a quien en el nombre de Dios me ofenda sin causa, me angustie sin motivos, y me insulte en mi propia cara, sin conocer mi propia conciencia.» Deseo a todos los lectores amigos una feliz Navidad del Señor que nace esta noche en el portalico de belén de cada uno, aunque seamos pecadores y personas indignas de merecer tal regalo divino. Tomás de la Torre Lendínez
El Niño habló

| 24 diciembre, 2014
Paz y Bien,don Tomás. El resto se nos dará por añadidura.
Un abrazo. Su mejor regalo es poder tener al Señor en sus manos en la Consagración.