El diplomático golf

El deporte es sano en todos los años de la vida humana. El ciudadano medio siempre llega a su médico de cabecera y entre las respuestas dadas al matasanos de turno es si hace el deporte mínimo de caminar por lo menos media hora al día. Ahora nos enteramos que el deporte de élite que practican el nuncio del Papa en España y su primer consejero es el golf, donde ha alcanzado puestos de honor en las competiciones donde ha participado en las cercanías de Madrid. No tengo nada contra las personas que practican el golf, pero parece impropio de un diplomático de la Iglesia Católica llevar un palo en la mano, pelotas en el cesto del carrito, pinchos para colocar la bola, el ayudante correspondiente, la ropa apta para el lanzamiento de la bolita lo más lejos posible, para luego dar los golpes óptimos para meterla en un hoyo hecho en el césped cuidado hasta el mínimo detalle. ¿Se aburren en la Nunciatura?, diría un castizo. No lo creo porque tendrán trabajo de sobra con todo lo que sucede dentro de la Iglesia Católica que peregrina en España. Cuando por aquel palacete era el lugar de trabajo del padre Mesa, claretiano, nacido en Los Villares, pueblo cercano a Jaén, fallecido el pasado invierno en Granada casi al borde de los noventa años, anduve varias veces por la Nunciatura en la calle Pío XII. Al padre Mesa nunca lo encontré aburrido, siempre lo vi como un servidor fiel y prudente, a quien le debían sus tejados todas las monjas de clausura de España al ser presidente de Claune, además, de sus obligaciones en la vida de la legación diplomática decana de todas las existentes en España. Los actuales inquilinos de ese palacete del norte de Madrid les gusta el golf y lo practican, pues bien, pero miren si existen otros deportes más completos, como la natación que introdujo San Juan Pablo II en el Vaticano haciéndose aquella piscina cuyas fotografías dieron la vuelta al mundo y pasaron a comprender que era cierto el dicho clásico latino: Mens sana in córpore sano. Tomás de la Torre Lendínez