Amanece el 20 de marzo con un eclipse de sol contemplado en España, entre las 9 y las 11 horas locales. Es un momento para los curiosos y culteretas del estudio del espacio entre el sol, la luna y la tierra. Para mí este, y todos los eclipses, me recuerdan al gran eclipse entre Dios y los hombres. Cuando leí la obra de Martin Buber, El Eclipse de Dios, publicado en lengua española en 2003, pude sacar unas conclusiones que hoy ofrezco de modo artesanal y personal. 1.- Dios no se eclipsa por su propio poder o virtud. Dios no se esconde, ni juega al escondite con el hombre. Dios siempre está en la vida histórica del Pueblo de Dios del Antiguo Testamento y el del Nuevo Testamento que somos los católicos hijos de Dios bautizados dentro de la Iglesia Católica. 2.- Quien se eclipsa ante Dios es el ser humano. Hace como Caín tras la muerte de su hermano Abel cuando responde al Señor que no sabe dónde está su hermano. Tras el pecado el hombre se eclipsa de la vista de Dios, porque se conoce pecador e indigno de mirar cara a cara el rostro del Señor. 3.- La imagen de Dios la tenemos grabada en nuestra alma inmortal desde nuestra concepción, en ella descubrimos la presencia de Dios en nuestras vidas y en la historia personal, aunque nunca hayamos oído hablar de un Ser Supremo. Nacemos con una inclinación natural a buscar a Dios, quien no se eclipsa, sino que se revela al género humano. 4.- Por lo tanto, el hombre es un ser esencialmente religioso. Los actuales ateísmos son propios de gentes que anteponen la razón a la fe, en vez de nivelar ambas dentro del desarrollo de su propio intelecto. Conclusión Cuando amanezca el eclipse del 20 de marzo, pensemos que Dios no está eclipsado de la faz de la tierra, ni de la vida de los hombres, son éstos, somos todos los que ponemos obstáculos variados para que Dios no nos vea, ni nosotros deseamos verle. El eclipse del hombre ante Dios existe; el eclipse de Dios ante el hombre no existe. Tomás de la Torre Lendínez
Eclipse de Dios, o eclipse de los hombres
| 19 marzo, 2015
Dios está presente siempre. Somos nosotros los cansados,los eclipsados,los que nos ocultamos. Así es,don Tomás. Queremos un Dios- respuesta a lo que creemos son nuestras necesidades,pero cuando escuchamos,si le dejamos hablar,el Señor nos inunda de fuerza y nos dice que es realmente lo que precisamos.
Un abrazo.