Dos caballos viejos y cansados

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Por la pradera caminan dos jinetes sobre caballos viejos y cansados. El polvo del camino les tiene la garganta seca, tanto a la montura como a los montados. Vienen hasta sus pueblos de origen tras su fracaso profesional. Uno de ellos llegó a conquistar el liderato de las ondas de radio de España y nunca lo consiguió, ni cuando estaba en el otro rancho, ni en el nuevo cuando fichó con un buen fajo de billetes por una emisora que llaman católica, pero que ha perdido su identidad por completo en manos del capataz de la hacienda, un perfecto inútil para el cargo de dirigir una cadena católica. El otro nunca llegó a conseguir la revalidación de su cargo como presidente del gobierno, otros cuatro años más, porque la unión de todas las izquierdas le quitaron la merienda mientras sin doctrina, ni banderas, ni nada, siempre tras un plasma televisivo se dirigía a un pueblo que lo detestaba. El capataz de la propiedad episcopal lo había invitado a una entrevista tras el trompazo que se pegó en las elecciones municipales y regionales, y el invento fue un fracaso de oyentes y de resultados electorales. Ahora, ambos personajes se han encontrado en el camino de vuelta a sus orígenes natales, buscan sopitas y buen vino, con la fumada de algún puro si viene al caso. El comunicador dice al político: -¿Qué tal fue aquella entrevista del 30 de junio y el resto de apoyos que te dimos para ganar las generales? El político con cara mustia y bajando la cabeza afirma: -La suerte estaba echada, porque lo decían las encuestas, no sirvo ni para convencer a este equino, que es un cazurro. El otro montado confirmó: -Es que cuando llegan ciertas edades cercanas a los sesenta años, es mejor retirarse a la sombra, beber una copita de manzanilla, marcarse unas sevillanas, y pensar que nos quiten lo bailao. Llegan, sin darse cuenta a la venta Fortunata, bajan de las monturas, las llevan a abrevar, acuden a la barra y piden una cerveza. El gaznate se lo agradece. El tipo de la barra les mira con aires de compasión. Y les suelta: -Yo, a usted, nunca le voté, y a usted, nunca le escuché. Ahora mismo con mi revolver, en la mano, les ruego dejen mi salón si no desean ir con los pies al pijama de pino. Ahora puedo, puedo y puedo, hacerlo, porque en Madrid gobierna un gobierno con poder y poder. Ambos jinetes salen pitando del lugar. El político dice a su compañero: -Este tío está loco, cuando yo le subvencioné para que adquiriera la venta. No agradecen nada. El otro contestó: -Pues, anda, que yo lo vi cuando era monaguillo en la iglesia a donde iba a misa, y era un fósforo mío. Moraleja: Una retirada a tiempo evita quemaduras en la piel, que se ulceran y nunca cicatrizan. Tomás de la Torre Lendínez

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