Esta mañana en el autobús al centro de la ciudad he escuchado la siguiente conversación:
Dos mujeres. Una embarazada. La otra con un niño de meses.
La embarazada afirma
-Vaya, con el gobierno haber quitado el cheque-bebé.
La otra le responde:
-Mujer, no es para tanto, debemos todos apretarnos el cinturón. Estamos en crisis.
La embarazada, con voz más alta, apunta:
-Esta mañana he oído en la radio que ya no se puede decir bebé, sino criatura, que es una palabra más genérica, y me parece bien. A mí me gusta la ministra esa de la igualdad.
La portadora de su hijo en brazos, señala:
-Pues yo a mi hijo, le digo, hijo en masculino, o lo llamo por su nombre de pila que es como su padre Juan. Así que yo no voy a seguirle el paso a esa ministra tan tonta que se inventa palabras y tuerce el sentido del diccionario como si fuera una goma de mascar.
Y continúa más enardecida:
-Sabes, lo que te digo que esa ministra más le valdría volver a poner el ‘cheque-criatura’ a las que estaís esperando un hijo, que hacer tonterías con el lenguaje de la igualdad, que no sirve para nada.
La embarazada se quedó mirando y oyendo. El chofer se dirigió a ella:
-Señora, que vamos a llegar a su parada. Le aviso porque me lo ha pedido.
Ella responde:
-Gracias, criatura chofer.
El hombre las mira por el espejo retrovisor interior del autobús con sorna. Y les espeta:
-Miren, ustedes, yo paso de política. Pero a mí no me ponga los ‘motes’ que se inventa esa ministra de la que estaban hablando.
Llegamos a la parada. Nos bajamos bastantes personas. Las dos madres, la presente y la futura, de criaturas ministeriales de la igualdad se despidieron con un beso. Yo seguí al lugar donde iba.
Por el camino pensé: el pueblo no es tonto y se rie de todo y de todos; y más en estos tiempos de crisis económica y de manipulación del lenguaje. Esto lo hace por no llorar.
Tomás de la Torre Lendínez