Hace un año, en la solemnidad de la Pascua de Resurrección, era bautizado Damián León Moral, un hombre de 40 años, que habia realizado su correspondiente catecumenado. Cuando nació, sus padres eran unos progresistas del sesenta y ocho unidos por lo civil, no lo bautizaron, ni había tomado la primera comunión.
Damián creció con la España de la Transición, donde todas situaciones como la suya fueron habituales y, además, consideradas como un favor a la persona. Cuando alcanzó la mayoría de edad, se unió a una amiga civilmente, compañera de estudios de la facultad. Acabaron la carrera y se marcharon a dar clases de inglés, tras ganar sus oposiciones, a un instituto de enseñanza secundaria obligatoria.
Todo les iba bien, hasta que un fatal accidente de tráfico mandó a los padres de Damián al más allá. Cuando el padre estaba en el hospital manteniendo un hálito débil de vida le dijo a su hijo que procurara buscar su felicidad de una manera menos materialista de como él habia vivido. Al principio aquel hijo no entendió el mensaje.
Más tarde, llegó a comprenderlo todo. Una tarde estaba en casa corrigiendo exámenes. Cristina, su pareja, habia salido a realizar unas compras. Llamaron al timbre, Damián abrió y eran dos mujeres de la Legión de Maria, enviadas por la parroquia que realizaban el censo parroquial de feligreses. Les dejó pasar y contestó a las preguntas elementales de la ficha censal. Él estaba picado por la razón que movía a aquellas dos personas a dedicarse a este asunto de forma voluntaria. En el transcurso de la conversación una de las legionarias de María le informó que ella estaba allí, porque sabía que Dios se lo pedía como una consecuencia lógica de su compromiso con el Señor y el prójimo. Todo era un lenguaje ininteligible para Damián.
Tras aquella visita, Damián comenzó a pisar la iglesia. Entraba timidamente y hablaba con aquella “caja dorada” que veía en el centro del altar. En un momento determinado, sintió la necesidad de dialogar con el sacerdote de aquella feligresía. Tras varias encuentros entre ambos, nació una sinceridad amistad entre ellos. Cristina, la compañera de Damián, le exigió explicaciones a los cambios que se habían operado en él, quien se las presentó sobre la mesa; pero ella al no aceptarlas, tomó la rápida decisión de abandonar aquella casa y al hombre al que había querido hasta ese momento.
Viendose solo, Damián pidió a su amigo el cura entrar en el proceso de catecumenado para la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana. Así fue y desde hace un año Damián es un cristiano comprometido, que hasta pasea con una chica que es miembro del grupo de liturgia de la parroquia.
!Feliz Pascua de Resurrección para todos los lectores y amigos¡
Tomás de la Torre Lendínez