| 05 febrero, 2017
Desde días pasados Valencia es una ciudad laicista en fondo y forma, según convenga a los munícipes de turno.
No irán a unos actos, pero sí a otros, según vean la balanza de votos para donde cae.
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Las campanas de ciertos templos han sido silenciadas por orden municipal a causa de «la contaminación acústica».
El conocido Miguelete no lo han incluido entre los campanarios mudos.
La ciudad está revuelta por los vaivenes consistoriales.
En estos casos siempre me pregunto: ¿Por qué molestan las campanas a los laicistas?. Y ¿por qué unas sí y otras no?.
Todo laicista es un acomplejado por sus propios fantasmas.