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Bofetón del robot

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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27

Con la Resurrección de Cristo del sepulcro culminamos los días de la Semana Santa, y damos comienzo, en la liturgia eclesial, al tiempo de Pascua con jornadas de júbilo y alegría por la salida de Jesús de la muerte a la Vida para nunca más morir. Este misterio, nos dice San Pablo, es la piedra esencial del arco de la fe católica.

Los días santos vividos, en un tiempo con la climatología benigna, que ha permitido a hacer estación de penitencia a todas las cofradías de nuestra provincia, y los establecimientos de hostelería y restauración han subido sus arcas dinerarias con la presencia de vecinos y foráneos, que con cierta largueza han dejado patente que la crisis va pasando lentamente, aunque resta mucho por hacer para que todos los ciudadanos pasen sus horas negras económicas.
Un grupo de privilegiados, por el contrario, han tenido  la oportunidad de irse fuera de España. Exactamente hasta Japón y se han alojado en un hotel atendido exclusivamente por reverentes y eficientes robot. Un hijo de Jaén ha estado en ese mundo futurible, cuenta parabienes  en el hospedaje dirigida por máquinas robóticas, menos cuando se convirtió en un deslenguado.

Desde que se accede al hotel japonés, hasta que se sale, la amabilidad de unas máquinas inventadas por humanos, es signo de distinción permanente. En la recepción, en el servicio de habitaciones, en la papelera ambulante, en el comedor con sírvase usted mismo, la robótica ha demostrado que los humanos son muy inteligentes para inventar, pero muy tontos para   demostrar que no se debe meter con ninguna máquina móvil, porque puede salir caro al descarado. El hijo de Jaén osó ofender de palabra a una “chica” robotizada y el chuletón en la cara que le arreó le estampó una señal morada que ha traído hasta su tierra.

Cuando he preguntado al valentón jaenero me dice: “Pensaba que son tontos útiles”. Erró el hijo de Jaén, pues le han colocado una señal en el listado, que le impide volver por aquel  hotel para toda su vida. Ha sido condenado al destierro permanente por bocazas.

Por el contrario, arrepentido de su mala acción, le pesa, siendo cofrade de varias hermandades haberse perdido la procesión de sus imágenes queridas. Le remuerde la conciencia no haber participado en los oficios religiosos de estos días de la Semana Santa, y promete que nunca volverá a huir por esnobismo a un hotel regentado por máquinas robotizadas. Es preferible, dice, estar viviendo, como católico, estas fechas señaladas en el calendario cristiano como los mejores momentos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Eso sí, no desea que en nuestra ciudad sucedan los acontecimientos vividos en la madrugada sevillana, cuando unos delincuentes comunes han proyectado unas estampidas que han terminado con personas heridas ingresadas en centros sanitarios, y con espantos de pánico y ansiedad colectiva, que son billetes seguros para sufrir cualquier jamacuco personal.

Ahora es el momento de hacer balance en todos los sectores implicados en la Semana Santa, que sin lugar a dudas es el momento esencial para millares de personas que por su fe católica, por su paganía social, por su implicación cofradiera, desean que en nuestra provincia se siga demostrando que somos gentes de paz, capaces de convivir y respetar la fe y la cultura, la razón y el sentido común, deseando siempre tener nuestras propias  señas de identidad, aunque sea a costa del mimetismo importado de otros rincones andaluces donde la Semana Santa se vive de otra manera al estilo castellano viejo de los vecinos del Santo Reino de Jaén.

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