Vengo observando cómo no tener un blog es tomado por algunos como un dato de ignorancia funcional y analfabetismo profesional. No es así ni mucho menos. Son millones los ciudadanos que no saben, ni quieren, ni pueden, ni leen un blog en su vida; y son personas expertas en su profesión, excelentes miembros de su familia, sensatos ciudadanos, y cristianos comprometidos con el Señor y su Iglesia.
Quien me levanta la risa son algunos de los blogueros presentes en la reunión de la semana pasada en Roma. Antes de partir eran bizarros guerreros de la progresía más baratuna: blasonaban sus escudos heráldicos con las armas de haber hundido a un pobre cura candidato a obispo, en las quinielas de los medios informativos; gustaban contar sus hazañas de tirar con flechas bruñidas contra la cúpula del poder centralista madrileño de la Conferencia Episcopal Española; voceaban sus desajustes mentales y cordiales con otros portarles más ortodoxos en la doctrina y en la moral; y señalaban a Roma, cabeza de la Iglesia Católica, como la culpable de miles de males “conservadores” implantados en su recinto, mandando a las fronteras a los “herederos verdaderos” del Concilio Vaticano II.
Ahora, han estado en Roma, asistiendo a la beatificación de Juan Pablo II, el Grande, quien debe haberles tirado de las orejas por sus fobias anteriores hacia su persona. Han estado en la reunión de blogueros de la que hablan maravillosas cosas, antes inconcebibles en sus cortos caletres, y se han caído del caballo convirtiéndose en plumillas incensadores de todo lo visto, oído, hablado, visitado y contemplado en la Ciudad Eterna.
Mi manera de ser, siempre parecida al santo cuyo nombre llevo desde la pila bautismal, me hace ser un descreído de estas conversiones tan rápidas, oportunas y oportunistas. Siempre creo en la biografía de una persona más que en un acto solitario de su vida.
La estancia en Roma ha creado en algunos blogueros la búsqueda de unas vacaciones pascuales que ya rayan casi en la docena de días naturales. Sus lectores me preguntan qué les ha ocurrido. Contesto que lo ignoro. Aconsejo que hagan como el pueblo israelita en el desierto camino de la Tierra Prometida, quien al ver que Moisés tardaba en bajar del Monte Sinaí, se construyó un becerro de oro y le daban culto. Así podrán pasar mejor las vacaciones de los blogueros alucinados ante el resplandor romano.
Los artículos con incienso continúan aún hoy mismo. ¡Quien los ha visto y quien los ve.¡ No me creo esa conversión.
Mientras, si algún lector amigo desea ver lo que piensan de los blogueros que hoy somos, puede ponerse en la pantalla el siguiente artículo pulsando aquí.
Acabo rezando por todos los blogueros que en el mundo habemos, incluidos también, los conversos que en la reunión romana han estado, para que les dure su “metanoia”.
Tomás de la Torre Lendínez
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Lean, por favor:
“Dios presente en las tinieblas: mi experiencia en un campo de concentración”
Blog del padre Tomás
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