Batallitas de ancianos con mala uva herética

Es vieja costumbre hispana que los ancianos se junten, en el casino, en el hogar del pensionista, en un banco del parque en buen tiempo, y cuenten sus batallitas, porque es mejor recordar y vivir de nostalgias que pisar el duro suelo de la realidad actual. Días pasados, el dueño del castillo a quien rinden pleitesía toda la izquierda más negra de la Iglesia española de los últimos cuarenta años,un tal Vidal, se le ocurrió promover una reunión de homenaje a un autor granadino conocido como José María Castillo, antiguo jesuita, a quien negaron la venia docendi en la Facultad de Teología de la ciudad de los cármenes por hereje. Junto a él salió a la calle otro colega de apellido Estrada. Vidal, que nunca presenta en su negro castillo, una foto del público asistente a los actos, donde él preside porque sabe que nunca llena la plaza hasta la bola, aprovechó el campechaneo de contar batallitas de ancianos desocupados, para exigir la rehabilitación de una caterva de escribanos que fueron podados de sus cátedras hace años. Citó a Boff, Sobrino, Kung, Gutiérrez, Forcano, Estrada, Pikaza, Marciano Vidal, Faus, Queiruga, Pagola,y Castillo. Todos ellos, y más como el hermano Cortés, acogidos en su feudal castillo llamado Religión Digital, donde pacen corderos con lobos en una arcadia inventada por Vidal, haciendo el círculo cuadrado con la ayuda de manos invisibles, que le tienen como el paladín de la des(información) religiosa en la España actual. Con el disparo que pegó Vidal estaba dándole en el pleno pecho al Papa emérito Bendicto XVI, quien, siendo cardenal presidente de la Congregación de la Doctrina de la Fe, actuó contra la lista antes citada, siempre bajo la tutela del Santo Papa Juan Pablo II, el enemigo perpetuo de todos estos ancianitos contadores de batallitas llenas del polvo de la historia. ¿Piensa Vidal que si no existe arrepentimiento y vuelta al redil eclesial puede la propia Madre Iglesia rehabilitar a unos señores que pisaron y siguen haciéndolo el dogma y la moral de la Iglesia Católica?. En la parábola del hijo pródigo el Padre perdonó al hijo arrenpentido que volvió a la Casa, pero ninguno de estos señores citados antes han dado la más leve muestra de reconocer sus errores, pedir perdón por el daño cometido, y desear volver con la comunidad de los hijos de Dios. Siguen empecinados que ellos tienen razón en sus posiciones heréticas contra el Credo y la Moral Católica, por lo tanto, en sus manos está en ser rehabilitados. El perdón se da al arrepentido, no se regala como caramelos a los niños, o a unos ancianitos llenos de batatallitas a cada cual más cuentista. Y, oye Vidal, que sea la última vez que pegas un disparo contra el Papa emérito, porque quien no se puede defeder, y menos de tí que vomitas odio a él y a San Juan Pablo II, tendrá siempre a alguien que te lea la cartilla, como estoy haciendo en este post. Que te enteres. Tomás de la Torre Lendínez