En la Sevilla histórica existe un monasterio singular: San Leandro. Está habitado por monjas agustinas, de hábito negro y correa en la cintura. En su interior viven más de veinte monjas, que, entre otras labores, hacen unas yemas que están para chuparse los dedos. El edificio es una fábrica enorme que cuando no tienen goteras, tienen rajas, y otros achaques propios de los siglos que soporta en sus espaldas San Leandro. En el patio, la priora colocó una portería de baloncesto para sus monjas jóvenes, la mayoría procedentes de de la India y de África, quienes deseaban hacer verdad el dicho clásico: Mens sana in córpore sano. En un momento concreto estuvo en la clausura el actual alcalde de Sevilla, señor Zoido, quien vio la penuria de las monjas para hacerse con dinero para el mantenimiento del edificio conventual, pero observó que las porterías de baloncesto estaban convertidas en birrias y el balón pinchado. Como Sevilla va a ser sede del campeonato mundial de baloncesto, a celebrar en España, pues le vino a la cabeza concertar con la Federación española de baloncesto para pedirles que repusieran las porterías y balones para las monjas agustinas de San Leandro. Lo ha conseguido. En el acto de entrega de los nuevos materiales estuvieron presentes dos antiguos jugadores profesionales de baloncesto y el presidente de la Federación. Las monjas parecían niñas con zapatos nuevos viendo sus porterías recientes y un puñado de balones: 24 en total, equivalente al número de monjas allí residentes. La noticia es simpática, pero tiene su miga de conclusión espiritual y religiosa: Las monjas podrán, ahora, encestar el balón siempre que puedan, pero deben comprender que el mejor deporte es la oración y el trabajo monástico, centrado en el lema de la orden agustiniana: Tolle lege. La vida contemplativa requiere una gimnasia espiritual que San Agustín supo armonizar con su vida pastoral, su ración de lectura, su tiempo para la escritura, y su misión como obispo de Hipona. Tomás de la Torre Lendínez
Baloncesto monjil en San Leandro de Sevilla
| 16 agosto, 2014
Entre todos los comentarios elijo para suscribir el firmado por el amigo Caminant. Me parece bueno y sencillo.
Es noticia simpática y con miga,don Tomás: Frente a lo mucho que exige el mundo,estas hermanas se entretienen sanamente con un balón pinchado. Bien está que les regalen esos balones para encestar alegrías. Un abrazo,pater.
Soy consumidor de las yemas de sa Leandro. Som insuperables. Pero hace dos meses descubri que tengo diabetes. El medico las ha quitado del plan de comidas que llevo. Toda una pena. Pero la salud es cumplir la voluntad de Dios.
Tengo una amiga en ese convento. Es una mujer que no juega a baloncesto por su edad, pero me cuenta el ambiente coomuntario sano que se respira en esa casa. Saliendo en la prensa han conseguido ser noticia.
Rezar, trabajar, convivir, hacer deporte, en un monasterio es un menu interesante para el alma y el cuerpo. No som tontas estas monjas. Si, encima, hacen dulces, entonces la felicidad y la santidad la tienen aseggurada, si lo hacen cumpliendo la voluntad de Dios.
De todo hay en la viña del Señor. Quizás con estas prácticas se consigan más vocaciones.
El deporte no está reñido con la oración, el trabajo monástico y la «lectura espiritual». Es más, me atrevería a decir que si las monjas en sus ratos de asueto se dedican al baloncesto o a cualquier otro deporte, estarán mejor física y psiquicamente, y por tanto, podrán vivir su vida contemplativa, con más sosiego y con todo el amor que Dios ha puesto en sus corazones.
Perdone, D. Tomás, no es mi intención darle lecciones, sobre todo porque leo con gusto sus escritos y le agradezco su claridad al exponer los temas.