La situación económica de la Cope no es menos cierta que otros medios de comunicación. La actual crisis de la economía global y la española en particular se han cebado con números rojos. Pero es que nunca han pensado en que podría venir un período de vacas flacas.
La Cope, como empresa, ha estado siempre con una férrea domesticación de los presupuestos de las emisoras locales. Los directores eran siempre gente de confianza que era colocada a dedo buscando siempre la eficacia económica y la simpatía hacia la sociedad de la zona donde estuviera ubicada la emisora con el fín de acercarse siempre a donde se generaba la publicidad que es la única fuente de una radio local.
Cuando un director de provincias superaba una y otra vez los presupuestos locales, lo tenían en Madrid como un tipo válido y lo encumbraban hacia otra emisora de mayor rango y prestigio, donde volvía a revalidar su titulo. Esto ocurría durante los años ochenta, noventa hasta 2006 más o menos.
Esta política empresarial se fue ablandando cuando las cosas iban bien. Se nombraban directores mediocres. Se les hacía un seguimiento muy somero. Se les permitía realizar gastos innecesarios. Conozco una emisora local que ha trasladado su sede al centro de la ciudad, cuando estaba gratis durante largos años, en unos locales modestos pero efectivos. Ahora está pagando su aventura con deficit.
La Cope ha sido una cadena que ha vivido de las estrellas. Así apostó desde que se trasladó desde la sede de Juan Bravo, hasta Alfonso XI, siendo arzobispo de Madrid con Ángel Suquía. Y así ha sido siempre. Unas veces iba mejor, otras peor, pero funcionaba y los dividendos a los mismos trabajadores, de los que una mayoría son accionistas pequeños de la empresan cobraban buenos dineros.
Ahora están haciendo equilibrios en el filo de una navaja. Ahora desean vender Popular TV, una aventura que los obispos no desearon al principio de los noventa y que cuando apostaron por ella el panorama televisivo español estaba saturado, lo que ha producido una vaciedad evidente y una pérdida palpable.
Espero que Cope no sufra más, por el bien de sus trabajadores y del nombre de una empresa eclesial que no debe ir a pique por muchos motivos que todos conocemos. A Cope la quiero como sacerdote y conozco de primera mano el bien que hace. Espero que siga haciendolo siempre.
Tomás de la Torre Lendínez