He escuchado varias veces una especie de dogma que se ha puesto de moda entre algunos economistas y europeístas convencidos: “los países que comercian no entran en guerra porque tienen intereses comunes” y con esta frase defienden la existencia de la Unión Europea, que nació como plataforma de relaciones comerciales, como la forma óptima de evitar confrontaciones armadas.
Sin embargo hay cosas que no me cuadran: Yugoslavia por ejemplo.
¿Cómo fue posible que, con las estrechas relaciones comerciales que existían entre las regiones yugoslavas y siguiendo ese axioma del economista proUE, se mataran con tanta saña al margen de esos intereses que tanto unen?
Y esta pregunta me trae otras. ¿Cómo fue posible que con una institución supranacional, la ONU, creada para el diálogo frente a la solución armada, no se pudiera frenar aquella locura? ¿Cómo fue posible que en el corazón de la civilizada y culta Europa se desatara un conflicto salvaje y primario como una guerra? ¿Cómo fue posible que la UE tampoco pudiera hacer nada?
Da miedo contestar a algunas de esas preguntas. Entre otras cosas, porque ponen en entredicho uno de los pilares fundamentales de la existencia de esos supraorganismos que tanto dinero nos cuestan. ¿Son efectivos, o no? Si no lo son, ¿para qué están?
La primera es posible que se conteste sola: frente a “es la economía, estúpido” y no negando que en todo hay un trasfondo de intereses económicos que no benefician precisamente a los ciudadanos corrientes, si queremos evidenciar la verdad habría que inventar otra frase… “no es todo y sólo economía, estúpido”. Hay más, y cuando se incentiva ese “más”, la economía es lo de menos.
Veamos el caso de Cataluña. El axioma de que los que mantienen relaciones comerciales no guerrean no parece funcionar en el caso de los independentistas: las transacciones económicas de Cataluña son mayoritariamente con el resto de España y eso no parece frenarles en sus planes. Ni en su plan A, ni en los posibles planes B y C que mucho nos tememos no descartan la violencia.
Pese a ver que más de 3.000 empresas abandonan Cataluña ante el panorama de inestabilidad que puede sobrevenir, los independentistas, lejos del razonamiento “la economía, estúpidos”, hacen el estúpido cargándose la economía sin importarles las consecuencias.
Cuando se incentiva ese “más”, la economía es lo de menos… Volvamos a Yugoslavia.
Un amigo mío, croata de Mostar (de cuando Mostar era Croacia) escribió en 2012 un artículo explicando su visión de lo sucedido en su país frente a lo que veía en España y lo tituló “Tots son catalans. Un viaje temerario hace lo (des)conocido” del que voy a transcribir algunos fragmentos:
… desde finales de 89 vivo en España. Cuando volví en el verano del 90 a mi tierra, y cuando vi los tambores de los movimientos independentistas, les hice la misma pregunta a mis amigos: ¿Os habéis vuelto locos? ¿Qué precio estáis dispuestos a pagar? ¿50.000 muertos por cada lado, 100.000? ¿Cuál es vuestro límite? Se quedaron pensando un momento, pero me respondieron: “exageras como siempre, eso aquí no pasará”. Algunos no viven para contar lo que pasó después.
Yo, siendo croata declarado, no comunista por supuesto (un buen número de croatas sí lo era), era pro Yugoslavia. Porque era hermoso sentarse en un coche y poder plantarse en cualquier punto de ese bello país tal sólo con el documento de identidad. Desde la cercanía de Tesalónica hasta los Alpes, desde el Adriático hasta la Panonia húngara. Tenía un hermoso país, ahora tengo un basurero. Welcome to banana country!, es la letra de una canción bosnia de ahora. Me siento en el coche en Mostar, y a media hora estoy en la frontera como un tonto, esperando…
¿Por qué les molestaban los serbios con los que me llevaba yo tan bien? Eran para mí más cercanos que los croatas de Zagorje (noroeste Croacia), a los que veía con bastante influencia germánica, mientras nosotros éramos más eslavos. Empezaron entonces a venir aquellos “defensores de los derechos de los pueblos”. Los albaneses a la par con eslovenos; croatas y serbios por otro lado. Luego se apuntaron también los musulmanes; vamos, que no falte nadie en la fiesta.
Que si los derechos históricos, que si nos derrumban los monumentos, que si esto, que si lo otro… No era fácil quedar inmune a tanta propaganda. Después de una década de la promoción nacionalista que siguió a la muerte de Tito (especialmente en ese periodo, antes era muy difícil), entró el odio en la gente. El odio y la no tolerancia. Todo molestaba: que si nos va mal porque los otros gastan demasiado; si estuviéramos nosotros aparte, ya verías lo bien que iríamos.
Han pasado más de veinte años. Croacia todavía no ha igualado su PIB del año 90. Sí, guerra de cuatro años y todo lo que tú quieras, pero es que ahora tienes tu ejército, tu policía, tu sanidad, tu educación… todo tuyo,… pero no aguantas. No tienes cuerpo para encajar golpes de contrariedad. Te has quedado muy flaco y cualquier cosa te perturba, te sirve de lastre, te cansa. Un incendio, y lo tienes que apagar tú. Una inundación desastrosa, y le tienes que hacer frente con una migaja de cuatro millones y medio de habitantes. No eres nadie.
Cuando ya empezó la guerra, y los morteros serbios caían sobre Mostar debido a la fuerza de la pólvora y de la gravedad, los croatas fueron los primeros que se organizaron y les hicieron frente, no había otra ya. A los musulmanes también se les ofrecieron las armas y formaban parte de las unidades croatas de HVO. Una noche, en la guarnición norte de Mostar, unos soldados musulmanes les abrieron la puerta de la guarnición a los combatientes musulmanes independientes. Estos entraron y degollaron a 99 croatas. Degollaron a los compañeros de armas de los que abrieron la puerta. Un primo mío huyó a nado cruzando el río Neretva, con el cadáver de un amigo a sus espaldas. Lo trajo lleno de balas, resulta que muerto le salvó la vida. Desde entonces no les doy la espalda a los musulmanes nunca. No quiero. Vosotros haced lo que os plazca, pero a mí dejadme en paz… Decenas de miles de muertos (hablan de hasta 200.000 en toda antigua Yugoslavia, la gran mayoría en Bosnia Herzegovina).
La economía no impidió una guerra terrible. Europa no pudo evitar un conflicto en su territorio. Ahora, lo que fue Yugoslavia son seis pequeños países que poco pueden influir y, como dice mi amigo, no tienen fuerza para afrontar sus propias contrariedades. Alguien sembró ese “más” frente al que la economía deja de tener importancia. La población musulmana sólo ayudó a desestabilizar y agrandó el problema.
Volvamos a aquí y al ahora. Alguien sembró ese “más” en Cataluña, y abrió la puerta a una inmigración de difícil integración para cerrarla a los hispanohablantes: una octava parte de la población catalana es musulmana de origen no catalán. Aunque los antecedentes del problema no sean exactamente iguales, los ingredientes son los mismos porque es posible que se busque el mismo resultado. ¿A lo mejor una ex potencia disgregada, lamiéndose las heridas, incapaz de influir, e incluso, de hacer frente a sus propias contrariedades? ¿Un grupo de regiones dependientes de un organismo supranacional? ¿A quién beneficia esto?
Tras mis preguntas, las de mi amigo: ¿Os habéis vuelto locos? ¿Qué precio estáis dispuestos a pagar? ¿50.000 muertos por cada lado, 100.000? ¿Cuál es vuestro límite?
De momento, seguimos con el mismo panorama sin un solo cambio en la agenda, sin que nadie evite que se siga sembrando ese “más”, sin que nadie haya torcido un rumbo en el que todos vemos, al fondo, el precipicio.
Alicia V. Rubio Calle
Estimada Alicia.
El comercio y la interdependencia son buenas, pero no son la salvación segura de que no pueda existir una guerra.
La economía es muy importante en la vida y en la historia, pero el odio o las bajas pasiones son mas fuertes. Y el nacionalismo es una baja pasión, no es racional, es puro sentimiento pero del malo.
Por supuesto que a los independentistas no les importan la consecuencias de sus actos, ni económicas, ni de muertos. Si fuera por ellos, si pudieran empezarían una guerra ya.
En Yugoslavia no se puede olvidar que Alemania fue la que ayudó a los nacionalistas croatas y probablemente antes a los eslovenos a preparar la independencia, con armas y fondos. La Alemania de Khol si no mal recuerdo.
En Yugoslavia había un fondo de compensación interterritorial, y la excusa que dieron los eslovenos para salirse del mismo fue que estaban hartos de pagar para que los bosnios, los montenegrinos y los macedonios viviesen sin trabajar. Es cierto que Eslovenia que era la región mas rica de Yugoslavia, y se llamaban los catalanes de Yugoslavia, eran los que mas pagaban, pero también es cierto que el resto de repúblicas federativas yugoslavas eran su principal mercado. Y luego los croatas hicieron lo mismo, y luego los Bosnios.
Los serbios de los que habla tu amigo serían los que vivian en Croacia, en la Krajina.
Por cierto me parece que Mostar nunca ha sido parte de Croacia. Creo que es un lapsus.
En Sarajevo, después de que había comenzado la guerra de Eslovenia que duro unos tres días y la de Croacia mucho mas larga y sangrienta, pensaban que allí no podía ocurrir una cosa así, puesto que la población estaba mezclada. Probablemente en Sarajevo es donde mas mezcla de etnias podría encontrarse en la antigua Yugoslavia. En Sarajevo había dos tipos, los sarajevitas, y los papankas, los paletos del campo que venían a la ciudad. Pues en unos pocos meses empezaron a mover la cosa en la prensa y al final guerra también.
Eso de que dos no pelean si uno no quiere es falso, como uno quiera acaban peleando ellos o todo un país.
Magnífico análisis que trasciende el aspecto meramente sociopolítico.
El odio lleva a la irracionalidad y ésta lleva a las conductas insensatas y brutales. Pero, cuando no hay un agravio real que motive aquél, el odio surge porque alguien lo inocula. ¿Quién? El diablo es el padre de la mentira. Y tiene muchos hijos que le son fieles.
Muy buena reflexión